China y las clases dirigentes de América Latina

China y las clases dirigentes de América Latina
Consolidación y bases de una “relación especial”


Rubén Laufer


En Revista Mexicana de Política Exterior 
(Secretaría de Relaciones Exteriores – México), N° 83, junio 2008


RESUMEN

China se ha constituido ya en un punto de referencia principal en la inserción internacional de los países latinoamericanos. A impulso de la intensa expansión económica y política de la potencia asiática en América Latina, se desarrollan importantes fracciones de las clases dirigentes de la región asociadas a grupos económicos estatales o privados de China. En coincidencia con los gobernantes de la potencia asiática, sectores de las dirigencias latinoamericanas ligados a los lazos comerciales y a la radicación o asociación de capitales chinos en las economías de esos países destacan el carácter complementario de la economía industrial de China con las economías de los países latinoamericanos, impulsan la adaptación de las estructuras económicas regionales a la complementación económica con China, y definen esos vínculos como una oportunidad que permitiría a los países de la región desarrollar sus producciones, diversificar sus relaciones internacionales y disminuir su endeudamiento. Sin embargo, tanto la estructura del intercambio bilateral como la de las inversiones oficiales y privadas de China en América Latina tienden a consolidar la clásica división internacional del trabajo entre las grandes potencias y los países sudamericanos, reforzando el perfil primario-exportador de las producciones regionales, y propiciando la aproximación de países de América Latina a una potencial área de influencia china, en competencia con intereses económicos y político-estratégicos norteamericanos y europeos de antiguo arraigo en la región.




Introducción

La naturaleza de los vínculos que en pocos años ha anudado China con los países de América Latina ¾así como con otros países del llamado tercer mundo¾ es ya objeto de polémica. Ésta gana espacio en el ámbito académico, y también en los medios dedicados al debate político y a las decisiones estratégicas y de política exterior de nuestros países. El vertiginoso crecimiento de los intereses comerciales e industriales de China en la región tiene ya como correlato el estrechamiento de sus vínculos económicos y políticos con sectores de las clases dirigentes y el notorio aumento de su influencia política regional. Ello despierta seria inquietud en otras potencias con arraigados intereses económicos y lazos históricos en la región.
El surgimiento de importantes fracciones de las clases dirigentes latinoamericanas —particularmente de grandes propietarios territoriales y empresarios asociados al capital extranjero— ligadas a grupos económicos estatales o privados de la potencia asiática, hace de China un punto de referencia principal al analizar la inserción internacional de América Latina. Los gobernantes chinos destacan el carácter complementario de su economía industrial con las economías de la región. Los lazos comerciales y la radicación de capitales de la potencia asiática en las economías locales son descritos como una oportunidad que permitiría a los países latinoamericanos desarrollar sus producciones, diversificar sus relaciones internacionales y disminuir su endeudamiento. En correspondencia con ello, sectores de las dirigencias latinoamericanas impulsan la adaptación de las estructuras económicas regionales a la complementación económica con China, y en ese sentido accionan políticamente sobre ¾y dentro de¾ los respectivos gobiernos.
China, así, se ha constituido en un nuevo polo entre quienes compiten por las preferencias, y las alianzas, de las clases dirigentes de América Latina. Como consecuencia de ello, y de los cambios ya operados en las relaciones de fuerzas imperantes en el escenario mundial, la posición internacional de la región está experimentando variaciones profundas: la estructura triangular que en los años ’90 caracterizaba su inserción internacional ¾traduciendo la competencia entre Estados Unidos y las potencias europeas por el predominio regional y mundial[2]¾, hoy parece tomar una forma cuadrangular[3]. Ello no puede menos que incidir en la evolución económica y política de América Latina, acentuando la pugna de intereses ligados a las grandes potencias por ganar posiciones influyentes sobre los resortes básicos de las economías y de las estructuras estatales de los países latinoamericanos.
Por eso mismo, tal modo de relacionamiento internacional no conlleva perspectivas de mayor autonomía sino, a lo sumo, una diversificación o reorientación de dependencias económicas y políticas y la recreación de “relaciones especiales” con una nueva potencia hegemónica de alcance mundial, en contradicción —según muestra la experiencia histórica— con vías de desarrollo y de integración regional basadas en criterios de independencia y cooperación.
Comprender cabalmente los cambios ya operados y en curso en el modo de inserción internacional de América Latina requiere caracterizar el proceso histórico que condujo a China hasta su posición actual en el mundo. Es preciso replantear el proceso iniciado en el país asiático con el vasto programa de reformas capitalistas puesto en marcha a fines de los años ’70 y profundizado a lo largo de casi tres décadas, identificar la naturaleza y objetivos que la burguesía reinstalada en el poder en China se plantea a través tanto de sus representantes estatales como de sus corporaciones privadas, y definir la índole de sus intereses comerciales, inversores, diplomáticos y militares ¾político-estratégicos, en suma¾ en nuestra región. Correlativamente, es necesario determinar qué gravitación económica y política poseen los intereses agrarios, industriales, comerciales y financieros locales vinculados a China, y cuál es la naturaleza de los vínculos entre ambas partes. Cuestiones, éstas, tan polémicas como necesarias y urgentes, dada la inevitable repercusión que la competencia entre los grandes poderes mundiales tiene y tendrá sobre los destinos de América Latina en el presente y en el futuro inmediato.
El presente ensayo aborda tres aspectos: 1) la naturaleza de los cambios operados en China en los últimos 30 años; 2) elementos sobre la presencia y entramado interno de los intereses económicos de China en algunos países de América Latina, y 3) elementos históricos y teóricos ¾con centro en el caso de Argentina¾ que ayudan a interpretar el carácter de la nueva asociación.

China, los cambios de tres décadas

El vertiginoso ritmo del crecimiento de su PBI, estimado en un promedio cercano al 10 por ciento anual, y de la expansión mundial de sus intereses comerciales e industriales, perfila a China como una gran potencia del siglo XXI. Ese crecimiento, sin embargo, ha ido acompañado desde los años ’80 de la acelerada reconstitución y ahondamiento de desigualdades sociales y políticas que la revolución triunfante en 1949 había disminuido sustancialmente. El programa de reformas capitalistas puesto en marcha en 1978 evidenció el cambio cualitativo operado en el país tras la desaparición de Mao Tsetung en 1976 y a partir del logro de la hegemonía partidaria y estatal por el sector encabezado por Deng Xiaoping: la nueva minoría dirigente ¾una burguesía en los términos clásicos¾ inició un gigantesco proceso de privatización en la propiedad o gestión de los grandes combinados industriales y de las comunas rurales que en los tiempos del socialismo habían sido conducidos respectivamente por consejos de trabajadores fabriles y de campesinos. Se descolectivizó aceleradamente la propiedad y el trabajo de la tierra; se amplió el margen de la propiedad privada empresarial y de la acción de las leyes del mercado; se “flexibilizaron” las condiciones laborales a favor de las corporaciones, se impulsó la apertura masiva al capital externo, y se establecieron zonas francas en áreas costeras con regímenes de privilegio para la radicación de compañías extranjeras orientadas a la exportación.
Se reconstituyeron grandes corporaciones similares a las que caracterizan a las economías occidentales. Los nuevos consorcios industriales entramaron sus capitales con la banca —parte de la cual aún conserva nexos con el estado—; el capital financiero chino consolidó su fuerza tras la recuperación en 1997 de la soberanía china sobre la ex colonia británica de Hong Kong y sus enormes reservas financieras. Las compañías chinas se asociaron o se repartieron mercados ―dentro y fuera de China― con empresas de otras grandes potencias, especialmente de la Unión Europea, Rusia y Japón. La dirigencia china abrió su economía al ingreso masivo de capital extranjero ―en muchos casos en asociación con corporaciones privadas o públicas locales―, y al mismo tiempo intensificó la exportación de capitales. Aunque el papel mundial de China como fuente de inversiones es todavía poco relevante en el flujo global, sus inversiones en el extranjero promediaban los 10.000 millones de dólares en 2002 y 2003, con tendencia creciente y bastante diversificada, siendo sus principales destinos Estados Unidos, Canadá, Australia y Rusia, y luego África y América Latina. En la actualidad las inversiones chinas se extienden prácticamente a los cinco continentes. Las corporaciones petroleras lideran la inversión china en el extranjero, particularmente la China National Petroleum Corporation (CNPC) y Sinopec, cuyas facturaciones en 2001 superaron los 40.000 millones de dólares. Ambas “multinacionales” han entrelazado su capital accionario con grandes corporaciones occidentales, como ExxonMobil, British Petroleum, Shell y la rusa Gazprom.
La burguesía china utiliza las palancas del Estado para favorecer tanto su acumulación y concentración interna como la expansión de sus compañías estatales y privadas en el extranjero. El Estado chino actúa en respaldo de esa expansión procurando alianzas y áreas de influencia. Con ese fin, además, refuerza tecnológica y numéricamente su aparato militar, al tiempo que invierte ingentes sumas en su modernización en ese campo[4]: China posee armamento nuclear, misilístico y satelital; a todo esto seguramente no es ajeno el acuerdo de cooperación nuclear entre Estados Unidos y la India en marzo de 2006[5].
La industria china crece a pasos agigantados, compitiendo en el mercado mundial en base a una mano de obra a costos comparables a los de países del tercer mundo. Las protestas frecuentes y violentas que logran trascender la censura dan cuenta de la explotación económica y la opresión social y política que pesan sobre la población[6]. El cierre de empresas estatales conllevó altas tasas de desempleo. La malversación y el soborno ¾la llamada “corrupción”¾ se han convertido en una vía normal de acumulación utilizando lo público al servicio de lo privado[7]. La industria de la construcción, por ejemplo, se caracteriza por una sucesión de "apropiaciones ilegales de tierras, corrupción, coimas, malos trabajos de construcción y relocalización forzada de millones de campesinos y pobres urbanos”[8].
La marcada apertura económica externa de la dirigencia china no excluye el celoso resguardo del mercado interno y de la producción local. Crecen las tendencias nacionalistas y proteccionistas, orientadas a impedir que multinacionales extranjeras se adueñen de su mercado interno[9]. La concentración económica tiene como correlato la concentración del poder político que se manifiesta con crudeza en el acentuado viraje autoritario y represivo, develado en junio de 1989 por la matanza de estudiantes y trabajadores en la Plaza de Tienanmen.
China no es, entonces, un país “en vías de desarrollo”, ni se ha convertido en una mera “plataforma de exportación de las transnacionales”[10]. Es ya una gran potencia que se propone afirmar esa condición en un mundo multipolar. “El bajo perfil y la prudente política ¾opina un experto argentino¾ parecen acercarse a la estrategia expuesta en la Teoría de los Tres Mundos…: una supuesta alianza contra las grandes potencias. Pero, en realidad, decide no pertenecer al G-7 pues... teme ser criticada como lo que es: un nuevo socio de las potencias del Norte. Así, mantiene la imagen de país en desarrollo y cobra importancia su presencia en los organismos multilaterales de los cuales forma parte: FMI, Banco Mundial, OMC y, principalmente, las Naciones Unidas”[11].
Los gobernantes chinos describen la llamada “globalización” como una tendencia objetiva de la economía y la política mundiales, que origina oportunidades y peligros globales en cuya solución China debe asumir responsabilidades a escala mundial conjuntamente con las demás potencias[12]. Ambas partes ¾afirmaba en 2000 la cancillería china en referencia a Beijing y Washington¾ consideran que China y Estados Unidos comparten las responsabilidades particulares por la paz y la seguridad mundiales”[13].
Coherentemente con este rumbo, China muestra significativos indicios de alejamiento de los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos, que caracterizaron su política internacional entre 1949 y 1978. El gobierno de Beijing no se opuso a la invasión y ocupación de Estados Unidos a Irak, sino que reclamó “estabilidad” bajo la ocupación extranjera y respeto de los “derechos e intereses” de China en el país del Golfo[14].
La creciente internacionalización de la economía, lejos de apuntar a un desarrollo mundial combinado y armónico, hace emerger con agudeza las contradicciones del sistema. La irrupción de China como nueva potencia, el acelerado ritmo de crecimiento de su economía, su acrecentada necesidad de mercados de venta, de abastecimiento de materias primas y de inversión y el alcance mundial de sus acuerdos y alianzas, impactan necesariamente en los mercados mundiales. El gigante asiático es hoy el mayor consumidor de cobre, estaño, zinc, platino, acero y hierro y uno de los mayores importadores de aluminio, plomo, níquel y oro: en 2003 consumió el 50% del cemento mundial, el 30% del carbón, el 36% del acero y el 25% del aluminio y el cobre[15]. Buena parte de la recuperación de Estados Unidos y Japón a partir de 2003 se debe a compras de China. "El capitalismo mundial depende cada vez más de China y China depende del capitalismo mundial... China se ha transformado, como Estados Unidos, en una locomotora de la economía mundial”[16].
Ello, a su vez, conlleva desplazamientos en la posición internacional relativa de otras potencias, como los Estados Unidos y los países de la Unión Europea. Se actualiza, por lo tanto, la cuestión del desarrollo económico y político desigual de las potencias capitalistas, situación que cíclicamente desde finales del siglo XIX replantea competencias y disputa de intereses, acuerdos temporales y coaliciones, creación de esferas de influencia, inestabilidad internacional y conflictos geopolíticos, tendencias que constituyeron el telón de fondo de las dos guerras mundiales del siglo XX. Y en este sentido es crucial avizorar las tendencias de la economía y de la política del gigante asiático: paralelamente a sus altas tasas de crecimiento, las desigualdades que la reconversión del capitalismo chino acarrea a sus mayorías señalan los límites de su expansión interna y traslucen las motivaciones básicas que impulsan a la burguesía china a expandirse “hacia afuera”.
Beijing ha dado pasos sustanciales con vistas a consolidar su posición como potencia regional y mundial. Como parte de los realineamientos y nuevas alianzas que están modificando el escenario mundial a partir de la desintegración de la ex URSS en 1990, fortalece su asociación estratégica con Rusia, con quien tiene firmada en 2001 una alianza político-militar de vastos alcances, y ambas constituyen el eje de la Organización de Cooperación de Shanghai (Rusia, China, Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán), con quienes avanza en el fortalecimiento de sus relaciones militares y comerciales, en sustanciales compromisos energéticos, y en la aproximación de sus posiciones diplomáticas. Simultáneamente, la diplomacia china ha tenido posiciones duras frente a Estados Unidos y a Europa respecto a temas comerciales, financieros y militares, y compite con el Japón por la hegemonía regional en el Asia-Pacífico.
La “asociación estratégica de cara al siglo XXI” entre China y Rusia incluye acuerdos económicos, diplomáticos y militares de largo alcance. En agosto de 2005, Beijing y Moscú movilizaron 9.000 soldados, aviones, buques de guerra y submarinos en ejercicios militares conjuntos sobre sus costas del Pacífico. Según explicó el Jefe de Estado Mayor de la Armada rusa, el objetivo de las maniobras era “probar la capacidad de combate de nuestras fuerzas a fin de afrontar mejor los nuevos desafíos que nos esperan en la región Asia-Pacífico y en el mundo en general[17] [destacado del autor. RL].

China en América Latina

Identificar la actual naturaleza de la sociedad y del Estado chinos es condición imprescindible para develar el carácter de las relaciones económicas y políticas que importantes sectores de las clases dirigentes latinoamericanas están estableciendo con la potencia asiática.
La Primera Cumbre Empresarial China-América Latina en Santiago de Chile (noviembre de 2007), con la participación de 400 delegados empresariales y gubernamentales de 13 países latinoamericanos y de China, mostró la relevancia económica y política que el país asiático ha adquirido en nuestro subcontinente. Funcionarios estatales y directivos de corporaciones de China y de Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, México, Guatemala,  Honduras, Perú, Uruguay y Venezuela abordaron la relación bilateral en los campos energético y minero, comunicación e infraestructura, agricultura, agroindustria e industrias manufactureras. La declaración final propuso avanzar “a favor de la liberalización y  facilitación del comercio y la inversión, incluyendo tratados de  libre comercio”[18]
China es ya uno de los mayores socios comerciales de América Latina, especialmente después de su ingreso a la Organización Mundial de Comercio a fines de 2001. Ello ha ido acompañado de importantes inversiones públicas y privadas de China y de la multiplicación de lazos diplomáticos, políticos y militares entre Beijing y gobiernos de la región. Las visitas de los presidentes de Brasil, “Lula” da Silva; de Argentina, Néstor Kirchner; y de Venezuela, Hugo Chávez al país asiático en mayo, junio y diciembre de 2004, y la subsiguiente gira del presidente chino Hu Jintao por Brasil, Argentina, Chile y Cuba en noviembre del mismo año, concretaron la firma de decenas de acuerdos de cooperación en materia comercial, inversión industrial, turismo y educación. Brasil, Argentina, Chile y Perú han reconocido a China como “economía de mercado”. En noviembre de 2005 China y Chile firmaron el primer tratado de libre comercio entre China y un país latinoamericano, y están en negociación otros con Perú y con el Mercosur en su conjunto.
Por ambas partes se subraya el carácter complementario de las respectivas economías. Las relaciones bilaterales entre China y América Latina son descriptas en términos de asociación estratégica. Entre 2003 y 2005 establecieron con China asociaciones de este tipo Brasil, México, Chile y Argentina.
El aspecto económico del gran interés de China en la región se centra en obtener, a través del comercio y de inversiones directas, acceso masivo y estable a productos alimentarios y a los recursos minerales y energéticos que demanda su acelerado crecimiento industrial. China se ha convertido en el principal mercado para la soya de Argentina y Brasil; compra al Uruguay un tercio de sus exportaciones de lana, y al Perú la mayor parte de sus exportaciones de harina de pescado. China marcha, además, a hacer de todo el subcontinente un mercado importante para sus exportaciones industriales. Según datos oficiales chinos, en la última década y media el valor total del intercambio comercial entre China y América Latina creció a ritmos de vértigo: de 2.000 millones de dólares a principios de los '90 a 4.000 millones en 1994, 6.000 en 1995, 8.000 en 1997, más de 10.000 en 2000, y 40.000 millones en 2004[19]. Acrecentándose a un ritmo medio del 33,8 % anual, en 2006 sumó 70.200  millones de dólares, y habría superado los 100.000 millones en 2007, un aumento del 46% respecto del 2006[20].
En el caso específico de los países del Mercosur, aunque todavía muy por detrás de Europa como comprador y proveedor, el rol de China también se acrecienta: mientras que entre 1999 y 2006 el valor de sus exportaciones a la UE se multiplicó por 2 (de 18.947 a 39.392 millones de dólares) y el de sus exportaciones totales lo hizo por 2,5 (de 73.893 a 189.787 millones de dólares), el de sus ventas a China creció 9 veces (de 1.321 a 12.087 millones de dólares). Durante el mismo período, el valor de la importación de los países del Mercosur desde la UE quedó prácticamente estable (x 1,1: de 23.284 a 26.713 millones de dólares), y el de sus compras totales creció en poco más del 60% (de 81.061 a 136.095 millones de dólares), mientras que las importaciones procedentes de China se multiplicaron por 6,3 (de 2.065 a 13.117 millones de dólares)[21].


Como muestra el Cuadro 1, China avanzó en forma sustancial en su captación de los principales mercados latinoamericanos (Brasil, México, Chile, Argentina), en lo que se refiere tanto a sus importaciones desde la región como a sus exportaciones hacia ella. Esta evolución explica que la dirigencia de Beijing se haya convertido en ferviente promotora de los acuerdos bilaterales e interregionales de libre comercio con América Latina[22].
El incremento del comercio entre China y América Latina viene acompañado de un aumento igualmente notable de sus inversiones directas en la región, favorecidas por el fuerte impulso liberalizador y privatista de los gobiernos latinoamericanos durante los años ‘90[23]. Aunque globalmente la inversión china en el extranjero aún es poco considerable, en 2003 más de un tercio del total se radicó en un puñado de países latinoamericanos ―Brasil, México, Chile, Argentina, Perú y Venezuela―, concentrándose en la extracción y producción de recursos naturales, ensamblaje de manufacturas, telecomunicaciones y textiles, y haciéndose en algunos casos con la propiedad de importantes compañías locales.
La gira regional del presidente Hu Jintao en noviembre de 2004 resultó en el anuncio de grandes inversiones chinas, estatales y privadas, en Chile, Argentina, Perú y Venezuela, centradas siempre en la obtención de materias primas, la explotación de recursos naturales y la construcción de la infraestructura local imprescindible para hacer operativa esa explotación: ferrocarriles, exploración petrolera y proyectos de construcción en la Argentina; proyectos siderúrgicos, ferroviarios y petroleros en Brasil; una planta de níquel en Cuba; minería del cobre en Chile. Empresas brasileñas ya cooperan con China en la producción de aviones de uso civil, mientras otras gestionan asociarse con compañías del país asiático en la extracción de petróleo y gas natural, así como en la industria textil, telecomunicaciones y montaje de bicicletas y tractores[24]. También, secundariamente, en el ensamblaje o producción de productos manufactureros con destino al mercado local o regional. En el Perú, como parte de la oleada privatizadora de 1993, la Shougang Corp., una de las mayores siderúrgicas chinas, compró la compañía Hierro Perú[25]. En Ecuador, Andes Petroleum Corp. ¾una empresa conjunta de compañías chinas¾ compró los activos locales de EnCana Corp., gran productora canadiense de petróleo y gas natural[26].
“Si en los ’80 el principal inversor en América Latina fue EE.UU. ¾señala Javier Santiso, economista jefe del Centro de Desarrollo de la OCDE¾, y en los ’90 ese liderazgo recayó en Europa, en el primer decenio del siglo China se está convirtiendo en el socio de referencia”[27].
En lo que sigue haremos referencia al intercambio bilateral y a las inversiones de China en algunos países de América Latina, con centro en el caso argentino. Lo haremos en forma esquemática, limitándonos a los ejemplos que ilustran sobre las modalidades que asumen esos intercambios e inversiones.

Argentina.- El comunicado de prensa oficial sobre el viaje del presidente argentino Néstor Kirchner a China en junio-julio de 2004, se iniciaba afirmando: La Argentina ha concluido la misión comercial más importante de su historia"[28]. En 2003, las ventas argentinas a China habían crecido en un 112,6%, constituyéndose el país asiático en el cuarto socio comercial de la Argentina después de Brasil, Chile y Estados Unidos, "lo que ―como subrayó el embajador  de Beijing― ya evidenciaba la gran complementariedad binacional"[29].
Representantes empresariales, gubernamentales y académicos enfatizan el vertiginoso crecimiento de las relaciones económicas argentinas con China. Hasta 2004 sus expectativas eran estimuladas por un superávit comercial de 1.300 millones de dólares, efecto de la depresión de las importaciones resultante de la honda crisis argentina de 2002-2003. La drástica devaluación de 2002 convergió con el crecimiento de la demanda asiática y el consiguiente ascenso de los precios internacionales de los productos primarios, creando condiciones excepcionales para los grandes propietarios y contratistas rurales y los consorcios exportadores. Para ese entonces las exportaciones argentinas a China estaban compuestas en más de un 70% por soya y sus derivados[30] (Gráfico 1). La posterior recuperación relativa del país sudamericano dio nuevo impulso a las importaciones, y a partir de 2006 el superávit fue trocándose en equilibrio y luego en déficit[31] (Gráfico 2); el discurso predominante invocó entonces la necesidad de incorporar valor agregado a los bienes argentinos de exportación, subrayando el interés por atraer inversión china en infraestructura local para facilitar las exportaciones a la potencia asiática, lo que además promovería el empleo[32].
En gran medida, hoy la economía argentina y los ingresos del Estado dependen de la soya —es decir de sus mercados compradores externos—, con la consiguiente gravitación de los consorcios soyeros locales en lo interno[33] y la extrema vulnerabilidad externa que ello implica. La orientación de la economía nacional hacia esa especialización productiva y exportadora se ha convertido prácticamente en política de Estado, debido a la estrategia oficial de basar una proporción sustancial de los ingresos fiscales en las retenciones aplicadas a las exportaciones agropecuarias: la soya y sus derivados “son los que más retenciones tributan: 35% el poroto y 32% la harina y aceites... la suba del precio se traduce automáticamente en un aumento de la recaudación impositiva”. En consecuencia, en cuanto a las exportaciones “tenemos una estructura muy primarizada. [En 2006] sólo enviamos un 3% de manufacturas industriales...”[34].



Estimado.
FUENTE: Elaboración propia en base a Eduardo D. Oviedo: "Crisis del multilateralismo y auge de la diplomacia bilateral en la relación Mercosur–China" (VI Reunión de la Red de Estudios de América Latina y el Caribe sobre Asia-Pacífico, BID/INTAL) y abeceb.com (en La Nación -Arg.-, 26-08-2007).




Según un informe del BID, "Argentina, el tercer más grande productor de soya del mundo... se ha convertido en altamente dependiente del mercado de soya chino(...)"[35]. Esta tendencia, sumando algunos bienes primarios adicionales como petróleo y otros minerales, apunta a consolidarse, impulsada por los gravosos compromisos financieros externos y, ahora, por el propio déficit argentino en el comercio bilateral. Gradualmente, China va desplazando al Brasil de la posición de principal destino de las exportaciones argentinas que adquirió durante los años ‘90.
La tendencia a la “sojización” del campo argentino y el creciente peso de China como mercado comprador se acentuaron en los últimos años, acompañados de la concentración de la propiedad o tenencia territorial y de la compra o arriendo de vastas extensiones por grandes pools que operan con "contratistas" (arrendatarios) agrarios. La alianza de esos grupos con el mercado comprador suele expresarse en la asociación con empresas procedentes del país del que dependen sus colocaciones, sumando a su condición de terratenientes la de burguesía intermediaria[36].
En cuanto a las importaciones argentinas desde China, dos tercios de ellas se componen de aparatos eléctricos y electrónicos, químicos y manufacturas de consumo (Gráfico 1). Desde inicios de la presente década, el ingreso masivo de productos manufacturados chinos comenzaría a traducirse en un fuerte perjuicio a la industria nacional. Según denunciaba y prevenía en los días previos a la visita del presidente chino Hu Jintao la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), durante la década del '90 y como consecuencia de la política de "convertibilidad" del gobierno de Menem, las importaciones desde China hicieron desaparecer sectores enteros de la industria nacional, en lucha desigual con "una economía intensamente subsidiada, cuyos productos ingresaban libremente al país a precios de dumping"[37].
La característica más destacada del intercambio bilateral es su carácter asimétrico: "Las ventas al gigante asiático eran y son bienes primarios, mientras que a China se le compran todos productos de alto valor agregado"[38]. El mencionado nucleamiento empresarial subrayaba que de los cerca de 2.900 millones de dólares exportados durante 2004 a China, "el 85% fueron embarques de soya y el resto productos primarios como aceites, pescados y cueros. En cambio, de los casi 1.300 millones de dólares que se le importarán a ese país, en su casi totalidad están explicados por productos de origen industrial cuyo ingreso al país a precios irrisorios produjo daños irreparables sobre pequeñas y medianas empresas..."[39].
El flujo de productos del país asiático fue bien pronto acompañado de una intensa corriente de inversiones, especialmente a partir del año 2000. La inversión china en la Argentina se orientó, al igual que en casi todos los países de la región, hacia rubros de servicios y producción directamente relacionados con las exportaciones hacia China, entre ellos ferrocarriles, petróleo, hierro y soya. El primer contrato de la recientemente creada empresa petrolera Enarsa (Energía Argentina S.A.) fue, a fines de 2004, una carta de intención con la China-Sonangol International Holding (CSIH, subsidiaria de la estatal china Sonangol)[40]. Se habrían comprometido también fuertes inversiones escalonadas en construcciones ferroviarias por las corporaciones China Beiya Escom International Limited y China Railway 20 TH Bureau Group, y en barrios de viviendas por las empresas New World y China Constructions[41]. A su vez, la empresa privada china A Grade Trading Ltd. adquirió en escasos 6,4 millones de dólares la reserva de hierro más grande de América Latina, la ex Hipasam y hoy Minera Sierra Grande, en la provincia de Río Negro.
Respaldados por la enorme gravitación del mercado chino, los representantes del capital privado y estatal de la potencia asiática han establecido en los últimos años vínculos duraderos con terratenientes y empresarios locales y con funcionarios gubernamentales a nivel nacional, provincial y municipal. Ello permite a sus inversiones acceder a condiciones de privilegio en lo que se refiere a impuestos y regalías, gracias a las cuales obtienen a bajo costo abastecimientos de petróleo y minerales como el carbón de Río Turbio en la provincia de Santa Cruz. En la minería tanto carbonífera como metalífera, se benefician del esquema arancelario establecido en los años '90 por el gobierno de Menem y mantenido en vigencia por los de De la Rúa, Duhalde y Kirchner, que incluye exenciones impositivas, regalías de apenas 2% de la producción, y la inexistencia de retenciones a las exportaciones[42]. Gracias a estos privilegios, similares a los que favorecen a las inversiones provenientes de otras potencias, una parte significativa de los fondos que financian la inversión extranjera provienen, en realidad, de recursos internos.
De hecho, el gobierno del presidente Néstor Kirchner (2003-2007) fue evolucionando en sus relaciones económicas internacionales (y con grupos económicos internos representativos de, o asociados a, intereses extranjeros), hacia un esquema de prioridades en el que China se acerca al primer lugar, la Unión Europea ¾y particularmente España¾ al segundo, y el Mercosur al tercero en orden de importancia.

Brasil.- Es el principal socio de China en la región. Desde 2003 China es el segundo mayor mercado para las exportaciones brasileñas y gran proveedor de bienes industriales y materias primas. Los ítems que  encabezan las importaciones de origen chino a Brasil son, entre otros, aparatos de telefonía fija y celular, pantallas de cristal líquido, receptores de radio y televisión, circuitos  impresos, y cámaras y grabadoras de video. Los productos chinos ¾asegura la propaganda oficial de Beijing¾ trajeron consecuencias benéficas para los consumidores, al permitirles acceder a mercadería de bajo costo que de otra forma no habrían podido comprar, aunque ¾admite¾ levantó algunas preocupaciones entre los productores locales…”[43].
El volumen global del intercambio chino-brasileño creció un 35% durante 2006, y casi un 40% en la primera mitad de 2007 respecto de igual período del año anterior. A mediados de 2007 el comercio bilateral fue por primera vez deficitario para Brasil. Comparando los primeros semestres de 2006 y 2007, las exportaciones brasileñas crecieron un 28%, pero las importaciones lo hicieron en un 51%. Al igual que en el caso argentino, más del 70% de las ventas de Brasil a China fueron productos básicos (apenas dos productos, soya y mineral de hierro, constituyeron el 60% del total de esas exportaciones). En contrapartida, el 97,5% de las importaciones brasileñas desde China fueron bienes industriales[44] (Cuadro 2).




Durante la visita del presidente “Lula” Da Silva a Beijing en mayo de 2004 se firmaron acuerdos de inversión china en ferrocarriles y puertos de Brasil, y en cooperación espacial, siderurgia, carbón, prospección petrolera, etc. El presidente chino Hu Jintao, en su visita a Brasil de noviembre del mismo año, destacó la complementariedad que caracteriza el comercio bilateral, pero subrayó que en 2003 alrededor de 6.000 de los 8.000 millones de dólares del valor total del intercambio ¾es decir el 75%¾ correspondían a compras chinas[45], sugiriendo con ello la necesidad de que Brasil compensara el desequilibrio con mayores importaciones desde China.
En consonancia con la dirigencia del país asiático, funcionarios gubernamentales brasileños destacan también la complementación entre ambas economías. Según el embajador de Brasil en Beijing, Luiz Augusto de Castro Neves, en lo que respecta a alimentos "Brasil puede dedicar la casi totalidad de sus tierras a la producción de los mismos y suministrarlos a China"[46].
Los más importantes consorcios de telecomunicaciones y energéticos chinos han instalado filiales en Brasil, entre ellos la Huawei Technologies y el Shangdong Electric Power Group. Existen acuerdos para la producción conjunta de acero entre el consorcio chino Baosteel y el brasileño Vale do Rio Doce. Las corporaciones estatales Petrobras y Sinopec acordaron explorar y producir conjuntamente petróleo en países de África y Medio Oriente. La Compañía Nacional de Maquinarias de China participará en la construcción de una planta eléctrica alimentada con carbón en el sur de Brasil, la Central Termeletrica do Sul[47].
Brasil ha hecho, en algo más de dos décadas, importantes concesiones para atraer inversiones chinas, incluido el reconocimiento de China como “economía de mercado”. El secretario general de la Cámara de Comercio del Asia para América del Sur (CCAAS), Ricardo Pavan, llama la atención acerca de esas concesiones y sobre las potencialidades del Brasil como puente para el ingreso del comercio chino en una Sudamérica en vías de integración. Brasil ¾estima¾ es ya el principal destino de las inversiones chinas en América del Sur, gracias a la "activa y contundente política de captación de inversiones, acompañada de ventajas fiscales y seguridad jurídica desde hace más de 20 años… facilitándole visas, radicaciones y posibilidades de expandir su comercio dentro del marco del Mercosur y de la futura Comunidad Sudamericana de Naciones"[48]. Entre esas inversiones el representante empresarial destaca la corporación China Grains & Oils Group, segundo distribuidor de cereales del país asiático, que negocia la compra de tierras en Brasil para plantar y producir soya. "Brasil dispone actualmente de 58 millones de hectáreas de praderas, aptas para convertirse en plantaciones de granos, que seguramente serán motivo de inversiones de empresas chinas para plantar soya en Brasil", señala el directivo de la Cámara asiático-sudamericana, en la misma línea que el embajador en Beijing[49].
Así planteado, este rumbo entra en contradicción con las perspectivas de diversificación que algunos autores asignan al gobierno de “Lula” Da Silva[50]. La economía rural brasileña es empujada hacia una mayor concentración latifundista y hacia la extranjerización de parte significativa de la propiedad y de la producción rural, lo que de hecho conlleva un alejamiento respecto de las promesas de reforma agraria que fueran una de las bases del apoyo electoral al presidente Da Silva en 2002. Y acentúa ―al igual que ya ha sucedido en la Argentina― una gravosa unilateralización de la producción agrícola a favor de la soya, que ya ha desplazado a mercancías tradicionales como el café y el azúcar[51]. Esto aumentará la vulnerabilidad de la economía brasileña, ya que los EE.UU. presionan a Beijing para que aumente sus compras de soya norteamericana a fin de reducir el fuerte déficit de Washington en su  comercio con China[52].

Chile.- A comienzos de 2006 entró en vigencia el Tratado de Libre Comercio entre Chile y China, el primero de su tipo entre la potencia asiática y un país latinoamericano. El 92% de las exportaciones chilenas a China ¾productos primarios casi en su totalidad¾, y el 50 % de las de China hacia Chile ―principalmente maquinarias, computadoras, automóviles y productos de telefonía y electrónicos― quedaron de inmediato liberadas de aranceles aduaneros. El TLC abre camino también a las inversiones recíprocas.
El tratado se inscribe en la política de sistemática apertura comercial de Chile ¾constituida en política de estado¾, y tiene lugar después de los acuerdos de liberalización comercial suscriptos anteriormente por Santiago con la Unión Europea, Corea y Estados Unidos.
Pese a que los productos que Chile vende al país asiático son muy pocos, éste constituye el tercer destino de las exportaciones chilenas después de los Estados Unidos y Japón. La “canasta” exportadora chilena hacia el mercado chino está concentrada en recursos naturales: cobre, harina de pescado y madera representan más del 80% del total exportado a China[53] (Cuadro 3); en 2004 Chile duplicó sus ventas de cobre a China, al tiempo que la propia demanda china hacía trepar los precios de ese mineral en un 51%. La compañía china Minmetals acordó recientemente con la empresa estatal chilena del cobre, Codelco, la apertura de una nueva mina mediante un aporte de 2.000 millones de dólares para la constitución de una empresa mixta que proveería a China de ese mineral durante 20 años[54].



Las compras chilenas a China son, en cambio, bastante diversificadas, predominando los productos textiles y aparatos de grabación de audio y video (Cuadro 3). A partir de 2004 creció notablemente la introducción de maquinarias, computadoras, automóviles, teléfonos celulares, discos digitales e impresoras.
La opinión oficial en Chile es que el TLC beneficia a la población abaratando el consumo y fomentando el crecimiento de las industrias exportadoras y consiguientemente el empleo. Pero, dado que los tratados de “libre comercio” potencian las llamadas “ventajas comparativas” de cada país, por esta vía Chile refuerza aún más su especialización hacia los productos primarios, minerales y agrícolas que China demanda, y hacia bienes forestales y agropecuarios de escaso valor agregado. Por su parte, las manufacturas chinas de los sectores de la electrónica, la informática y automotores ganan libertad de ingreso al mercado chileno. Estas modalidades del intercambio contribuyen, así, a consolidar la actual estructura productiva y exportadora de Chile, dependiente prácticamente en su totalidad de la importación de bienes industriales complejos. El TLC con China consolida el encuadramiento económico de Chile en la división internacional del trabajo del tipo más tradicional, en perjuicio de los países así impedidos de desarrollar su propia estructura industrial.
También se acentúa la concentración de la producción, el comercio exterior y el ingreso. En Chile el TLC con China fue saludado por el gran empresariado ligado a la producción y exportación de productos agrarios y minerales, mientras que motivó la alarma de fabricantes pequeños y medianos[55]. La suscripción de este Tratado significó, así, la priorización de los intereses representativos de fuertes sectores del empresariado chileno ya convertidos en intermediarios o estrechamente asociados al mercado o a capitales de China. Sus objetivos no se limitan a la escala nacional sino que pretenden desempeñar, a través del TLC, un rol de intermediación de los intereses chinos a escala regional. "Aspiramos a ser una puerta de entrada de China en América Latina, que facilite el flujo de productos e inversiones chinos a otros países sudamericanos", definió el embajador chileno en Beijing, Pablo Cabrera[56]. Para el director de la División de Comercio Internacional de la CEPAL, Osvaldo Rosales, Chile debe utilizar la complementariedad de las economías china y sudamericana y los procesos de integración regional para postularse como una plataforma de intermediación que facilite el ingreso de China hacia el Cono Sur: "El TLC de Chile con China permitiría aprovechar los factores de complementariedad entre la principal economía asiática, la región entera y una América del Sur integrada"[57].

Bolivia y Perú.- En el país del Altiplano, el interés chino se concentra en los recursos petroleros y ferríferos; en setiembre de 2004 la petrolera estatal china Shengli Internacional firmó un convenio con la también estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos para la explotación de hidrocarburos[58]. China y Bolivia comenzaron ya a analizar la suscripción de un Tratado de Libre Comercio. En cuanto al Perú, China le vende artículos de la industria liviana, maquinaria y equipos, productos químicos, textiles, electrónicos, medicamentos, herramientas, etc., mientras que sus importaciones desde Perú se componen fundamentalmente de harina de pescado, hierro y cobre. Allí la corporación China Minmetals acaba de adquirir el 96% de la minera canadiense Northern Peru Copper (NPC), que opera minas de oro y cobre en el norte del país[59].

Venezuela.- El comercio entre China y Venezuela creció un 80% en 2004[60]. La cooperación chino-venezolana abarca ya una amplia variedad de rubros, pero se centra en la producción petrolera: China ya opera dos campos petrolíferos venezolanos y, a partir del acuerdo firmado en enero de 2005, tiene también en desarrollo otros campos en el oriente del país. Beijing comprará 120.000 barriles de petróleo al mes y construirá instalaciones para la producción de combustible[61]. Para expandir la capacidad de embarque de petróleo hacia China, la petrolera estatal PdVSA suscribió en 2006 un acuerdo por 1.300 millones de dólares con las corporaciones chinas China State Shipbuilding Corporation y China Shipbuilding Industry Corporation para la compra de 18 buques-tanque. Según fuentes oficiales venezolanas, actualmente China recibe el 15% de las exportaciones de petróleo y derivados del país sudamericano, y se calcula que esa proporción llegará al 45% hacia 2012[62]. En noviembre de 2007 llegaron a Venezuela los primeros equipos chinos de perforación de alta tecnología incluidos en el convenio de Petróleos de Venezuela (PdVSA) con la nación asiática.

México.- El caso de México tiene algunas particularidades, en comparación con el resto de los países de la región. Constituye el segundo socio comercial de China en América Latina por el monto del intercambio bilateral; éste sumaba en 2006 unos 15.000 millones de dólares, pero arrojando para México un déficit de 14.000 millones. La balanza comercial bilateral está, por lo tanto, fuertemente desequilibrada en favor de China. El país asiático importa una cantidad significativa de productos del sector manufacturero mexicano, en particular partes de máquinas: ello induce a pensar que una parte de la industria mexicana estaría reconvirtiéndose a subsidiaria o contratista (maquiladora) de corporaciones chinas fabricantes de bienes de capital.
Pero al mismo tiempo, el grueso de las importaciones mexicanas provenientes de China se concentra en el sector metal-mecánico y, en menor medida, en productos químicos y petroquímicos, textiles y otros de la industria liviana. Industrias tradicionales de México como la del calzado y los textiles no han resistido la competencia de los productos chinos, que entran al país de manera tanto legal como ilegal. En enero de 2008, ante las protestas de empresarios mexicanos por precios “desleales” de productos chinos en el mercado local y sus reclamos de cuotas compensatorias, la Secretaría de Economía mexicana llevó a cabo negociaciones en Beijing sobre la permanencia de las cuotas antidúmping a causa de los perjuicios que afectan a los sectores del calzado, textil, juguetes y vestido[63]. Desde mediados de la década de 1990, esos sectores experimentaron una ola de quiebras, que se agudizó a partir de 2000 y se reflejó en caídas tanto en el empleo general en México como en las exportaciones. Ciertamente la reticencia mexicana en 2001 al ingreso de China en la OMC fue un intento de respuesta a dicha situación; pero el enorme déficit comercial ya acumulado y la tendencia hacia uno aún mayor sugieren la existencia de intereses internos con vínculos o influencias en el Estado (¿empresarios importadores? ¿exportadores al mercado chino interesados en mantener políticas comerciales liberales para garantizarse en contrapartida la continuidad de las compras chinas?) que permitieron o alentaron durante la década de 1990 el ingreso masivo de bienes de consumo y de capital del país asiático.
La principal afectación a las industrias locales y al nivel de ocupación, sin embargo, no es consecuencia de las importaciones de manufacturas provenientes de China, sino del desplazamiento de las empresas mexicanas de una porción creciente del mercado norteamericano, y de la “deslocalización” de muchas de esas empresas hacia China en procura de costos salariales más bajos, con el consiguiente desempleo. A la vez, a partir del año 2000 es creciente el volumen de IED china en México, especialmente en el comercio y en la industria manufacturera[64]. La compensación que ello supone en cuanto a “creación de empleo” se da en el marco de un creciente proceso de desnacionalización del aparato productivo industrial mexicano.

Cuba.- También este caso tiene sus particularidades. El intercambio comercial entre China y la isla alcanza volúmenes relativamente poco significativos, pero su relevancia es estratégica en términos geopolíticos, como en su momento lo fueron las relaciones de La Habana con Moscú en el contexto mundial de la guerra fría. El comercio bilateral creció sin pausa después de que la crisis y la posterior desintegración de la Unión Soviética interrumpieron la fuerte asociación y dependencia que Cuba había mantenido con esa potencia durante más de dos décadas. Al presente, China se ha convertido en el segundo socio comercial de la isla, después de Venezuela[65]. Los convenios bilaterales no prevén el apoyo chino a políticas de industrialización: una variedad muy amplia de artículos de consumo ¾ollas de presión y eléctricas, bicicletas, ventiladores, calzado, confecciones, computadoras, equipos electrónicos, telas¾ son provistos ahora por el país asiático. La contraparte se conforma principalmente de níquel cubano. Un convenio reciente entre la empresa china Minmetals y la cubana Cubaníquel prevé la creación de una compañía mixta para explorar conjuntamente el níquel de la isla, sobre la base del 51% de las acciones para la parte cubana y el 49% para la parte china[66].

Viejas y nuevas “relaciones especiales”

¿Qué tipo de relaciones son las que se desarrollan y consolidan entre China y los países latinoamericanos?
Como hemos visto, en el plano comercial, prácticamente todos los convenios que los países de la región vienen suscribiendo con la potencia asiática reconocen un patrón similar: exportación de productos primarios regionales contra importación de productos de la industria china. En lo fundamental, la estructura del intercambio chino-latinoamericano y de las inversiones oficiales y privadas de China en la región tiende a consolidar la “clásica” división internacional del trabajo entre las grandes potencias y los países latinoamericanos que aquéllas, apoyándose en los intereses de sectores terratenientes y empresariales de nuestro subcontinente, predicaron y promovieron durante más de un siglo: un tipo de relacionamiento que refuerza el perfil primario-exportador de nuestras producciones, desalentando la diversificación productiva y el desarrollo industrial propio[67].
Se acentúa así el efecto de las estrategias económicas que predominaron en las últimas dos décadas, estimuladas a través de las políticas liberales recomendadas por las grandes potencias en sociedad o alianza con sectores de las clases dirigentes locales, y por los organismos financieros internacionales: un perfil que limita el desarrollo industrial a la producción de algunas manufacturas de origen agropecuario, a la extracción y transformación de algunos recursos naturales como el gas y el petróleo, o al desarrollo de ramas industriales subsidiarias en rubros con centro neurálgico en el exterior. En suma, una industria apenas complementaria, subordinada y dependiente de capitales, de insumos y de mercados extranjeros, en oposición a los requerimientos de un desarrollo independiente, integrado y autosostenido de las economías latinoamericanas y en desmedro del capital, la producción y el empresariado nacionales centrados en el mercado interno.
Mirado en perspectiva histórica, esta modalidad de intercambio y de inversión extranjera consolida las rémoras de una estructura económico-social cuyo desarrollo es, desde hace más de un siglo, obstaculizado por la subsistencia de la gran propiedad territorial y por la dependencia industrial, comercial y financiera respecto de las grandes potencias que se expresa, como factor interno, en el predominio de corporaciones de esas potencias ¾o de compañías locales asociadas a ellas¾ en la industria, el comercio interior y exterior y en las finanzas de los países de la región. Es precisamente la gravitación interna de esos intereses en las economías locales y su influencia en las esferas de decisión política estatal lo que impide cambiar y recrea el patrón tradicional de vinculación de nuestros países con la economía mundial.
Ofreciendo a importantes sectores de terratenientes y de burguesía intermediaria[68] latinoamericanos la perspectiva de un mercado amplio y estable a largo plazo, los gobernantes chinos definen el carácter complementario de las respectivas economías como “mutuo beneficio”. La condición de China como país otrora socialista y del tercer mundo facilita presentar los lazos comerciales y la radicación o asociación de capitales chinos en las economías locales como una oportunidad que permitiría a los países de nuestra región desarrollar sus producciones, diversificar sus relaciones económicas, disminuir su dependencia financiera y afirmar sus intereses nacionales, en contraposición a la perspectiva de su absorción en los tratados regionales o bilaterales de libre comercio promovidos por EE.UU. o en la asociación interregional que propone la Unión Europea[69].
Del lado latinoamericano, quienes reivindican la nueva asociación son sectores poderosos de sus dirigencias gubernamentales y empresariales, quienes proponen adaptar las estructuras económicas regionales a los desafíos y oportunidades que plantea la complementación económica con China, esto es, centrar las producciones de la región en los rubros que hoy demanda el mercado chino y liberalizar las normas de inversión y laborales en términos atractivos para el capital de ese país. El director de Comercio Internacional de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Osvaldo Rosales, exhorta a los gobernantes y empresarios latinoamericanos a pensar a China como socio estratégico y a fortalecer la producción y exportación de productos primarios, con el fin de “insertarse en las cadenas regionales de  valor que se estructuran en torno a China”, subrayando que “América Latina es el principal proveedor de  China en productos como la soya, cobre, mineral de hierro, níquel, harina de pescado, cueros, azúcar, zinc, estaño y uvas”[70]. El secretario ejecutivo de la misma institución, José L. Machinea, insistió recientemente en la necesidad de una mayor presencia inversora china en infraestructura “que contribuya a elevar el potencial de la región para el intercambio comercial con China”[71].
A impulso del extraordinario crecimiento del comercio bilateral y de las inversiones chinas en América Latina, se desarrollan en los países de la región grupos empresariales ―de origen nacional o provenientes de anteriores vínculos con intereses europeos u otros― que establecen distintos grados de asociación o asumen el rol de intermediarios de las políticas comerciales del gobierno de Beijing o de proyectos de inversión de corporaciones privadas o públicas chinas. En la Argentina, la Cámara de la Producción, la Industria y el Comercio Argentino-China (CPICAC)[72], compite con la Cámara de Comercio e Industria Argentino China (CCIAC)[73] por la representación de importantes sectores del empresariado local y por las preferencias del gobierno y de las corporaciones chinas.
La asociación estratégica promovida por varios gobiernos de la región tiende a consagrar una “relación especial” o “privilegiada” de sectores empresariales y terratenientes de las naciones latinoamericanas con el gobierno y la burguesía china, similar a la que las clases dirigentes en las primeras décadas del siglo XX establecieron con el capitalismo británico, y de la que Argentina fue paradigma. Funcionarios argentinos de máximo nivel se han manifestado partidarios de adaptar el desarrollo nacional a los requerimientos del nuevo socio, reconociendo la similitud entre la vieja y la nueva asociación subordinada de las clases dirigentes locales con los intereses de las grandes potencias: “Sería algo parecido a lo que Gran Bretaña implementó en la Argentina a fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX con los ferrocarriles y frigoríficos. Una estructura para adecuar el potencial productivo del país a las demandas de ese centro económico. Lo que China hará en la Argentina es invertir en infraestructura para que los productos que nosotros aportemos se acomoden a la demanda de ese mercado”[74].
Los términos de primarización y subordinación económica que así se perfilan trascienden el plano meramente comercial.
En el caso actual de la Argentina, la soya cumple un papel similar al que antaño desempeñaban las carnes y el trigo. Desde que a fines del siglo XIX se configuraron los rasgos estructurales de la Argentina moderna, los mayores ingresos en períodos de precios internacionales elevados de sus producciones primarias no se tradujeron en crecimiento industrial, mayor independencia y eliminación del atraso social y de la pobreza (salvo, parcialmente, durante los breves interregnos de gobiernos reformistas, industrialistas y nacionalistas con políticas de fuerte redistribución del ingreso), sino en mayores rentas en favor de la gran propiedad territorial y en beneficios extraordinarios para los consorcios exportadores, por lo general extranjeros o asociados a ellos.
Hoy, sectores de las clases dirigentes de América Latina celebran el circunstancial auge de los precios internacionales de materias primas y energéticos debido a la demanda china[75].
En términos tanto económicos como político-estratégicos, la actual aproximación de influyentes grupos rurales y empresariales latinoamericanos a China estaría perfilando la conformación de una especie de “área de influencia” de la potencia asiática en la región, en competencia con intereses norteamericanos y europeos de antiguo arraigo en la misma. Ello sería la expresión geopolítica del interés y las expectativas de esos sectores dirigentes locales en el creciente rol mundial y regional de China como mercado y como proveedor de capitales, y en una nueva “relación privilegiada” que insuflara renovado impulso vital a las viejas estructuras económicas y políticas sustentadas en la concentración de la propiedad territorial y en la asociación con el capital extranjero.

Competencia hegemónica y factores internos

Un siglo y medio atrás los británicos instalaron en América Latina compañías frigoríficas y desarrollaron la explotación minera y los ferrocarriles orientados a los puertos atlánticos por donde salían los productos primarios que demandaba su revolución industrial. Hoy los inversores estatales y privados de China en los países latinoamericanos apuntan a facilitar y aumentar significativamente la producción de aquellos alimentos y materias primas (y secundariamente de algunos insumos industriales) necesarios a su explosivo crecimiento industrial. En ese curso ¾como también sucediera en la relación con Gran Bretaña¾, sus líderes anudan vínculos duraderos con las dirigencias sociales y políticas latinoamericanas.
Los estrategas norteamericanos se alarman: China ―afirman― “está usando a América Latina para desafiar la supremacía de los Estados Unidos en el hemisferio occidental, y para construir una coalición tercermundista de naciones con intereses que bien pueden ser divergentes o incluso hostiles a los intereses y valores norteamericanos”[76]. Y anticipan las derivaciones estratégico-militares que esta perspectiva supone: “La presencia regional de China podría tener, en última instancia, implicancias estratégicas para los EE.UU. cuando China comience a tomar medidas para proteger sus intereses en la región [destacado del autor. RL][77].
Esta competencia suele encuadrarse en un enfoque claramente hegemonista: “Creo que deberíamos ser prudentes y ver el crecimiento del poderío chino como algo que debe ser contrabalanceado o contenido, y quizá llegar a considerar las acciones de China en América Latina como el movimiento hacia un poder hegemónico dentro de nuestro hemisferio [destacados del autor. RL][78].
En contraposición a esta prevención contra el “peligro chino” ―y en correspondencia con la actual estrategia china de “expansión apacible” (o “soft power”)[79]―, representantes de la dirigencia política latinoamericana enfatizan que “China ha sido una civilización pacífica. No posee la tradición militarista de Japón y Rusia. Practica una filosofía de vida que siempre tiende al equilibrio...”[80]. Pero también es cierto que a lo largo de su historia contemporánea, China ha sido durante un siglo un país semicolonial y semifeudal oprimido por las grandes potencias, y luego, durante tres décadas, un país socialista; es decir, nunca tuvo ―como tiene ahora de modo creciente― intereses que promover y proteger en todo el mundo.
El interés de las grandes potencias por aumentar su incidencia y control sobre las estructuras económicas y estatales de los países latinoamericanos ―utilizando el entramado de sus intereses con sectores económicos, políticos, diplomáticos y militares de las clases dirigentes de nuestros países―, contribuye a impregnar la situación regional de inestabilidad y conflictividad. Aunque en la actualidad prácticamente todas las grandes potencias coinciden en ciertos lineamientos comunes ¾entre ellos el de reclamar de los países latinoamericanos, y de las naciones del tercer mundo en general, su adscripción a políticas privatistas y de liberalización comercial y financiera¾, la pugna entre ellas por la hegemonía regional impregna las opciones de las clases y círculos gobernantes latinoamericanos, así como las distintas vías de integración regional en curso o en perspectiva: en suma, la evolución política de la región.
El camino de propiciar la vinculación económica y política con China como un medio para contrapesar la influencia de Estados Unidos reconoce antecedentes en la experiencia latinoamericana. Se relaciona con la tendencia de las clases terratenientes y aquéllas ligadas en diverso grado al capital extranjero, históricamente dominantes en la región, a unilateralizar la actividad económica nacional alrededor de una producción o grupo de producciones con destino al mercado externo, y a asociar y subordinar el comercio exterior ―y tras él las relaciones políticas, financieras, diplomáticas y militares de nuestros países― a las potencias capaces de ofrecer un mercado potente y estable para sus exportaciones. En el caso de la Argentina ese ha sido el fundamento de sus ciclos productivos históricos, siempre primarios y atados al demandante externo, en los que se sucederían los cueros, las lanas, las carnes, los cereales y, en las últimas décadas, la soya y un número limitado de insumos industriales producidos por un círculo selecto de consorcios extranjeros o asociados a ellos.

Conclusión

La estrategia de asociación con una potencia en ascenso como contrapeso o “liberación” de la influencia de otra “tradicional” ha sido, y aún es, interpretada en medios académicos como la búsqueda de una autonomía por vías heterodoxas[81]. Al tomarse como único parámetro de autonomía la toma de distancia respecto de los Estados Unidos, y quedar así velada la competencia entre las potencias por el predominio en el mercado mundial y en el sistema político internacional ―y desdibujada, consiguientemente, la incidencia interna de esa pugna en los países periféricos a través de las asociaciones de uno u otro de esos poderes mundiales con uno u otro sector de las clases dirigentes locales―, se interpreta esa toma de distancia como expresión de autonomía nacional, y se identifica como aspiraciones de independencia lo que es más bien indicio de redireccionamiento de la dependencia hacia un nuevo socio privilegiado[82], y manifestación de la competencia entre distintas fracciones de las clases dirigentes locales, ligadas a distintas potencias que pujan por mayor influencia o control del aparato económico y estatal de nuestros países. Para un análisis y balance regional de este tipo de inserción internacional puede servir de referencia el caso de la Argentina, donde sucesivamente se dieron la asociación subordinada de los latifundistas ganaderos y compañías frigoríficas con el mercado británico a comienzos del siglo XX; la reafirmación de ese vínculo —en un contexto de crisis mundial— con el Pacto Roca-Runciman de 1933; la posterior alianza con la Europa en proceso de reconstrucción y crecimiento en la segunda posguerra; la nueva sociedad con los Estados Unidos en los '60; la reedición de la alianza agroexportadora con la Unión Soviética en los años '70 y '80; la diversificación de las dependencias más tarde a través del “alineamiento automático” de la política exterior de Carlos Menem a las prioridades estratégicas de Washington al tiempo que se privilegiaba el ingreso del capital europeo por vía de las privatizaciones. Las sucesivas alianzas con potencias hegemónicas o ascendentes no hicieron más que reforzar los rasgos de dependencia y atraso que están en el trasfondo de la gestación y estallido en 2001 de la crisis económica, social y política más profunda de la historia argentina.
En muchos países latinoamericanos hoy despunta la reedición de un similar modo de inserción internacional, orientado ahora hacia China. La heterodoxia que se le atribuye no consiste en sus perspectivas autonomistas sino en el desamarre de la influencia norteamericana a través de un creciente anclaje a la potencia mundial en ascenso; un modo de relacionamiento internacional que, como hemos analizado, perpetúa las estructuras características de la división internacional del trabajo más tradicional y que, según indica la experiencia histórica, no ha aportado a nuestras naciones independencia sino a lo sumo desplazamiento de dependencias.
El crecimiento del peso económico y político de China en el mundo y de sus intereses e influencia en América Latina vuelve a plantear a nuestros países una seria disyuntiva respecto de sus alternativas de desarrollo, entre el camino ya recorrido de la “relación especial” con una potencia hegemónica, o bien un desarrollo independiente y autosostenido asentado en los mercados internos y en las capacidades locales, y en promover modos de inserción internacional y de integración regional basados en la independencia y en criterios de cooperación y no de competencia, orientados al beneficio de las mayorías populares y al fortalecimiento de la capacidad de decisión soberana de nuestras naciones.
Abril de 2008


[1] Centro de Estudios Internacionales y Latinoamericanos (CEILA), Instituto de Estudios Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales (IDEHESI), Fac. de Ciencias Económicas, Universidad de Buenos Aires. Mi reconocimiento a Claudio Spiguel por sus invalorables aportes y sugerencias.
[2] Laufer, Rubén: "América Latina entre Estados Unidos y Europa. Una relación triangular en el escenario 'global'“. En La Gaceta de Ciencias Económicas Nº 24, Página/12 (Arg.), 25-08-2002.
[3] Algunos analistas hablan de una nueva relación triangular sino-latinoamericano-estadounidense. Tokatlian, Juan G.: “Las relaciones entre Latinoamérica y China. Un enfoque para su aproximación”. Desarrollo Económico, N° 185, abr.-jun. 2007.
[4] “Preocupante aumento en un 12,6% del gasto militar en China”. Clarín, 05-03-2006. “El presupuesto de defensa aumentará un 17,6% en 2008”. Agencia oficial china Xinhua, 04-03-2008. Ver también “China’s ‘Revolution in Military Affairs’: Rhetoric Versus Reality”, Richard A. Bitzinger, China Brief (February 29, 2008).
[5] La Nación (Arg.), 03-03-2006.
[6] Desde los años '80 están prohibidos los sindicatos independientes del Estado. Se suprimieron las negociaciones salariales colectivas. Se eliminó de la Constitución el derecho de huelga y el de hacer debates públicos y colocar "dazibaos" (grandes carteles murales). Un informe comisionado por el propio Comité Central del PCCh, habla de numerosos "incidentes grupales en los que participaron entre 1.000 y 10.000 personas... Los manifestantes frecuentemente cierran puentes y bloquean caminos, toman por asalto oficinas del Partido y del gobierno..." (Clarín –Arg.-, 05-06-2001). El 06-12-05 la policía china provocó varias muertes en Dongzhou ―provincia de Guangdong― al reprimir una manifestación de campesinos que bloqueaban rutas en protesta por la expropiación de sus tierras para ser asignadas a un proyecto de construcción (Página/12 -Arg.-, 10-12-2005).
[7] Los casos son innumerables. Ver la oficialista Beijing Review de mayo de 2000 (http://www.china.org.cn/Beijing-Review/Beijing/BeijingReview/Spanish/2000May/bjr2000-21s-7.html).
[8] “El Donald Trump del Lejano Oriente”. The New York Times, en La Nación (Arg.), sección Economía & Negocios, 31-12-2005, p. 2.
[9] “Hemos estado dando la bienvenida a la inversión extranjera, pero ahora tenemos que frenar cualquier intento por monopolizar el mercado chino”. Li Dehui, director de la Oficina Nacional de Estadística y miembro del máximo órgano consultivo político. Argenpress, 08-03-2006.
[10] Así lo interpreta, entre otros, el diplomático argentino Felipe De la Balze. Clarín (Arg.), 30-04-05, p. 42.
[11] Oviedo, Eduardo D.: China en expansión, Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, 2005, p. 48.
[12] Según el entonces viceprimer ministro y hoy primer ministro de China, Wen Jiabao, la globalización económica es una tendencia objetiva... A las opiniones y peticiones racionales de los países en desarrollo se les debe otorgar atención adecuada a fin de brindarles la oportunidad de compartir los beneficios de la globalización económica”. “China enfrentará desafíos de globalización”. Diario del Pueblo, 26-03-2001. http://spanish.people.com.cn/spanish/200103/26/sp20010326_46234.html.
[13] Conferencia de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, 24-02-2000. http://www.china.org.cn/Beijing-Review/Beijing/BeijingReview/Spanish/2000Mar/bjr2000-10s-3.html.
[14] China... tiene una actitud muy positiva sobre el rápido restablecimiento en Irak de la estabilidad y paz... China desarrollará aún más la amistad tradicional con el pueblo iraquí y mantendrá sus derechos e intereses en Irak...”. Declaración de Sun Bigan, encargado de negocios interino de China en Irak, 17-02-2004. http://spanish.people.com.cn/spanish/200402/17/sp20040217_72617.html.
[15] Datos del Asian Development Bank. En González Manrique, L. E., “El 'síndrome de China' se extiende por América Latina”, ARI Nº 107/2004 – Análisis, 03-06-2004, http://www.realinstitutoelcano.org/analisis/532.asp.
[16] Orlando Caputo Leiva, “El capitalismo mundial depende cada vez más de China y China depende del capitalismo mundial”, Chile, Universidad de Chile, 14 de diciembre de 2005. Reproducido en www.rebelion.org/noticia.php?id=23958
[17] Le Monde, 24-08-2005.
[18] Ministerio de Comercio de China. Xinhua, 29-11-2007.
[19] “Repunte comercial chino-latinoamericano”, 14-07-2005. Ver también: “China y América Latina viven una nueva fase en su relación estratégica”. Xinhua, 01-09-2005.
[21] CEI, Cancillería argentina, 2007. En Valle, Valeria: “Las negociaciones del acuerdo de Asociación Interregional entre la Unión Europea y el Mercosur”. Tesis doctoral (inédito), UNAM, 2008.
[22] Ver, por ejemplo, “Epoca dorada de relaciones comerciales China y América Latina”. Xinhua, 12-01-2008.
[23] Oliva, Carla V.: “Inversiones en América Latina: la inserción regional de China”. En S. Cesarin y C. Moneta (compil.): China y América Latina. Nuevos Enfoques sobre Cooperación y Desarrollo. ¿Una Segunda Ruta de la Seda? Red de Estudios de América Latina y el Caribe sobre Asia-Pacífico (REDEALAP-INTAL), 2005, p. 230.
[24] Oliva, Carla V.: op. cit., p. 217.
[26] The Wall Street Journal Americas, en La Nación (Arg.), 15-09-2005, p. 7.
[27] Santiso, Javier: “La mano visible de China en Latinoamérica”. Citado en Iberoamérica empresarial, 30 de julio de 2007, p. 20.
[28] En Cornejo, Romer: “América Latina ante el crecimiento económico de China”. Auditorio Raúl Prebisch, BID-INTAL, Buenos Aires, 12-13 de octubre de 2005.
[29] Discurso del embajador chino Ke Xiaogang en el seminario “China: el desafio de insertarse en un mercado en expansión”. Argenpress, 11-10-2003.
[30] Cornejo, R.: América Latina ante el crecimiento económico de China…, p. 27.
[31] En 2007 el saldo positivo cayó a 253 millones (Clarín –Arg.-, 12-02-2008). Según otras fuentes, la tendencia del comercio bilateral anunciaba para fines de 2007 un déficit de casi U$S 850 millones (Infobae –Arg.-, 28-06-2007).
[32] José L. Machinea, secretario ejecutivo de la CEPAL, a la agencia china Xinhua. Representa China una oportunidad para AL”, Xinhuanet, 07-01-2008.
[33] La política oficial de retenciones elevadas en los últimos años no ha sido un instrumento de redistribución del ingreso ni desdice las enormes rentas a favor de los grandes propietarios y grupos exportadores derivadas de los excepcionales precios internacionales, en primer lugar porque contribuye a mantener alto el tipo de cambio que los beneficia, y en segundo por el carácter indiscriminado con que se aplica ese impuesto sobre grandes, medianos y pequeños productores rurales.
[34] Dante Sica, ex secretario de Industria de la Argentina. Infobae (Arg.), 28-6-2007. Iglesias, Enildo: "¿Explota la burbuja de la soja?". Regional Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (Rel-Uita), Uruguay, junio de 2004. http://www.lainsignia.org/2004/junio/econ_049.htm.
[35] En Cornejo, R.: América Latina ante el crecimiento económico de China…, p. 27.
[36] Utilizamos la categoría de burguesía intermediaria para caracterizar, en los países dependientes, a aquellos grupos económicos industriales, comerciales o financieros en los que predomina su asociación con capitales de una u otra de las grandes potencias, lo que suele traducirse en posiciones, pugnas y/o alianzas políticas en el seno de las clases dirigentes (promoción de, u oposición a medidas de gobierno, respaldo a candidaturas, etc.). Asociación que, según muestra la trayectoria de muchos de esos grupos en el tiempo, suele ser cambiante en cuanto al “socio” externo.
[37] “Acuerdo Argentina-China: no cometer los mismos errores”. C.A.M.E., Comunicado de prensa, 16-11-2004. http://redcame.org.ar/comunicado.php3?id=335
[38] C.A.M.E., ibídem. La Coordinadora empresarial reiteró su protesta en marzo de 2008, advirtiendo que "las importaciones de China crecieron 62,6% en 2007 y se multiplicaron siete veces en cuatro años… los sectores más afectados son: juguetes, textiles, calzados, muebles y electrodomésticos". http://ar.invertia.com/noticias/noticia.aspx?idNoticia=200803091949_TEL_SIN109
[39] Ibídem.
[40] "Sonangol entra en negocios de 5.000 millones en Argentina". http://archives.econ.utah.edu/archives/reconquista-popular/2004w49/msg00098.htm
[41] Oliva, Carla V.: op. cit. En S. Cesarin y C. Moneta (compiladores): China y América Latina..., p. 225.
[42] M. García: "Agáchate que vienen los chinos". Rebelión, 13-11-2004. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=7530#sdendnote7sym.
[43] Xinhuanet, 06-12-2007.
[44] O Estado de Sao Paulo, 07-09-2007.
[45] "El Presidente Hu Jintao Asiste al Seminario de Cooperación Económica y Comercial entre China y Brasil", 13-11-2004. http://ar.china-embassy.org/esp/xwdt/t170378.htm
[46] Wang Yang y Lao Yi: “Soñar en plural – Relaciones comerciales con América Latina”. http://www.chinatoday.com.cn/hoy/2005n/hoy0511/p22.htm.
[47] Cornejo, R.: América Latina ante el crecimiento económico de China. Auditorio Raúl Prebisch, BID-INTAL, Buenos Aires, 12-13 de octubre de 2005. Oliva, Carla V.: “Inversiones en América Latina...”. En Cesarin, Sergio y Moneta, Carlos (compil.): China y América Latina..., pp. 216-7.
[49] Idem.
[50] Altemani De Oliveira, H.: “China-Brasil: perspectivas de cooperación sur-sur”. Nueva Sociedad 203, p. 2. www.nuso.org.
[51] “El Ministerio del Medio Ambiente [de Brasil] afirmó que 3.333 km cuadrados de la selva amazónica fueron arrasados entre agosto y diciembre [de 2007]… Una gran parte… para cultivar soya y crear pastizales ganaderos”. Urgente 24, 24-01-2008.
[52] Altemani De Oliveira, H.: “China-Brasil…”, p. 6. Ver también J. Wheatley: "A la caza de oportunidades". La Jornada, 27-09-2004. http://mx.geocities.com/gunnm_dream/mercadoexportadorbrasileno.html.
[53] Puentes Belmar, Adrián: “Exportar como chinos”. En Revista Universitaria Nº 87, 2005. http://www.uc.cl/ru/87/dossier_3.html.
[54]Empresarios chinos al acecho de cinco proyectos mineros locales”. El Mercurio (Chile), 29-11-2007. Ver también Evan Ellis, R.: “U.S. National Security Implications of Chinese Involvement in Latin America”. http://www.strategicstudiesinstitute.army.mil/pubs/display.cfm?PubID=606, s/ fecha.
[55] Ver González, G.: "China clava la primera pica en América Latina". http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=35832.
[56] Agencia UPI, en La Nación (Chile), 18-11-2005.  “Chile aspira a ser plataforma para negocios de China en América  Latina”. Ver también Xinhuanet, 28-11-2007.
[57] "Afirman que TLC Chile-China abre camino a toda América Latina", Notimex, http://www.quepasa.com/espanol/news/finanzas/Chile.China.tlc/390073.html.
[58] “Una alianza estratégica entre las petroleras estatales de Bolivia y China”. Argenpress, 03-09-2004.
[59] Xinhua, 29-01-2008.
[60] Xinhuanet, 31-01-2005.
[61] Landau, S.: “China, Venezuela y EEUU: Se avecinan problemas”. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=15889
[62] BBC News Chinese, May 12. En “China's Energy Engagement with Latin America”. Wenran Jiang. China Brief, Volume 6, Issue 16 (August 02, 2006).
[63] El Universal (Méx.), 26-01-2008.
[64] Oliva, Carla V.: “Inversiones en América Latina...”. En Cesarin, Sergio y Moneta, Carlos (compiladores): China y América Latina..., p. 219.
[65] “Relaciones China-Cuba viven su mejor momento, según experto chino”. Agencia Xinhuanet, 18-04-2005. “Seguirán fortaleciéndose relaciones entre China y Cuba”. Xinhuanet, 21-02-2008.
[66] “Cuba y China, excelentes relaciones”. Diario Granma (Cuba), 23-11-2004.
[67] Voceros académicos y periodísticos de esos intereses promueven explícitamente el retorno a la “división internacional del trabajo” que a principios del siglo XX, contemporáneamente al auge agroexportador, sentó las bases de la especialización primaria y el subsiguiente atraso y dependencia argentina (y regional): “Argentina... es uno de los grandes exportadores mundiales de alimentos. La combinación de nuestra enorme capacidad ociosa en materia de producción agroalimentaria con una población relativamente escasa nos convierte en el país del mundo con mayor potencialidad exportadora en un rubro estratégico de la economía mundial —opina una publicista en el diario argentino más representativo de los intereses de los grandes propietarios agrarios—. Lo mismo vale para Brasil y también para Uruguay y Paraguay, los otros socios fundadores del Mercosur. La perspectiva de un Mercosur agroalimentario constituye una extraordinaria oportunidad para insertar a nuestros países en las grandes corrientes de comercio internacional... La prioridad estratégica nacional de la Argentina está en la producción de alimentos”. María del Carmen Alarcón: “No perdamos una oportunidad histórica”, en La Nación (Arg.), 18-07-2006. Destacados del autor, RL.
[68] Sobre la categoría de burguesía intermediaria, ver Nota al pie 36.
[69] "Para los países latinoamericanos, China es un mercado estable que sirve para reducir sus pesadas deudas y fortalecer su macroeconomía... De ahí el carácter mutuamente beneficioso de la cooperación económica y el intercambio comercial entre ambas partes, como parte de un vínculo que deberá ayudar a diversificar la economía y el comercio de las naciones latinoamericanas y a reducir su dependencia económica y comercial con respecto a Estados Unidos y Europa". “Fructífera gira de Hu Jintao por América Latina”. China Today, http://www.chinatoday.com.cn/hoy/2005n/5hn1/6n1.htm
[71] Representa China una oportunidad para AL”, Xinhuanet, 07-01-2008.
[72] La CPICAC está integrada actualmente por representantes de poderosos grupos financieros y de seguros nacionales y extranjeros, entre ellos la aseguradora La Caja y la compañía Telecom Argentina (grupo Werthein), Nidera, Cargill, HSBC Bank Argentina y otros (La Nación –Arg.-, sección Economía & Negocios, 10-10-2005).
[73] La CCIAC es encabezada por el denominado grupo Macri, asociado recientemente con el holding chino Sanhe Hopefull Grain & Oil en la sociedad Shima para el control del ferrocarril Belgrano Cargas, que conecta en el norte chileno con un puerto sobre el Pacífico, abaratando el transporte de productos exportables a China. El empresario Franco Macri fue designado por China consejero económico en América del Sur (“De gigante amigo a gran peligro chino”. La Nación -Arg.-, 26-08-2007).
[74] Rafael Bielsa, por entonces ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina, en Ámbito Financiero (Arg.), 08-11-2004.
[75] "A su irrupción en la demanda mundial se debe, en buena medida, el auge de los precios internacionales de materias primas que hoy celebran los países de bajo desarrollo, especialmente en una América Latina que después de años de vacas flacas disfruta de elevados precios agrícolas". Julio María Sanguinetti, ex presidente del Uruguay: "China ya hizo pie en América Latina", La Nación (Arg.), 15-12-05, p. 6.
[76] Hearing testimony of June Dreyer, U.S.-China Economic and Security Review Commission, Western Hemisphere Subcommittee, House International Relations Committee, April 6, 2005.
[77] "China Focuses on Latin America". United States South Command, Open Source Report, November 30, 2004, prepared by Open Source Solutions. En K. Dumbaugh y M. P. Sullivan: China’s Growing Interest in Latin America. Congressional Research Service ˜ The Library of Congress, 20-04-2005. http://66.102.7.104/search?q=cache:GqlJL6IgOVoJ:www.fas.org/sgp/crs/row/RS22119.pdf+crs+dumbaugh+china%27s+growing&hl=es
[78] Dan Burton, representante republicano presidente del Subcomité del Hemisferio Occidental en el Comité de Relaciones Internacionales. En S. Logan y B. Bain, "China’s Entrance into Latin America: A Cause for Worry?". http://americas.irc-online.org/am/389
[79] La calificación de “poder blando” para aludir a la actual estrategia china de expansión de su influencia internacional por medios económicos, diplomáticos y culturales abunda hoy en la bibliografía académica, política y periodística. A modo de ejemplo: “Hoy Beijing se aproxima al área a través de una activa diplomacia económica… sostenida en la conciliación… El despliegue chino en la región aparece como moderado, no desafiante y a favor del statu quo”. Tokatlian, Juan G.: “Las relaciones entre Latinoamérica y China. Un enfoque para su aproximación”. Desarrollo Económico, N° 185, Bs. As., abr.-jun. 2007, pp. 120/1.
[80] Julio María Sanguinetti (ex presidente del Uruguay): “China ya hizo pie en América Latina”, La Nación (Arg.), 15-12-2005, p. 6.
[81] Puig, Juan C.: "Política internacional argentina". En R. Perina y R. Russell: Argentina en el mundo, 1973-1987. Bs. As., 1988.
[82] M. Rapoport y C. Spiguel: Política exterior argentina. Poder y conflictos internos (1880-2001). Ed. Capital Intelectual, Bs. As., 2005.