Presente y perspectivas de la “asociación estratégica” China–América Latina.

Presente y perspectivas de la “asociación estratégica” China–América Latina.
Persistencia de una matriz histórica de relaciones internacionales.

Rubén Laufer
XXII Jornadas de Historia Económica. Asociación Argentina de Historia Económica. Universidad Nacional de Rio Cuarto. Río Cuarto, 21 al 24 de septiembre de 2010



1. Introducción ............................................................................................
1
2. Composición del intercambio y adaptación estructural ..........................
3
3. La “asociación estratégica” en casos particulares ...................................
4
4. Re-primarización o industrialización subordinada: ¿dos “modelos”? ....
13
5. Conclusión: persistencia de una matriz histórica ....................................
21


1.- Introducción

Poco menos de una década atrás, la estructura triangular que caracterizaba la inserción internacional de América Latina traducía la competencia entre Estados Unidos y las potencias europeas por el predominio regional y mundial[1]. Por entonces, China recién hacía sentir su gravitación económica y política en la región, y no podía todavía considerársela un nuevo polo entre los que se disputan las preferencias ―y las alianzas― de las clases dirigentes de nuestro subcontinente. Hoy, cuando muchos analistas señalan el creciente desplazamiento del eje del crecimiento económico mundial —y en buena medida también de las relaciones políticas internacionales— hacia Oriente y en particular hacia China, se reactiva el debate sobre la naturaleza de las relaciones que la potencia oriental viene entramando con los países latinoamericanos y con poderosos sectores de sus clases dirigentes, y sobre las implicancias que ese relacionamiento conlleva para el desarrollo económico y la inserción internacional de la región.
La presente exposición está escrita “desde” la Argentina: buena parte de las referencias a la conformación de grupos económicos y políticos locales intermediarios de intereses chinos, y los antecedentes históricos a los que se remite, tienen por base el caso argentino. Sin embargo, sus rasgos fundamentales y muchas de sus implicaciones tienen validez ―con las especificidades de cada caso― para los países dependientes en general y para los de nuestra región en particular.
En el último año, personalidades de diversos ámbitos en América Latina han comenzado a prevenir sobre la naturaleza y efectos de la “asociación estratégica” que muchos países latinoamericanos han establecido con China. Voceros empresariales, gubernamentales y académicos advierten que tal alianza está constituyendo de hecho una reedición de la especialización primario-exportadora, e importadora de capital y bienes industriales, que históricamente caracterizó las relaciones económicas de los países de América latina con las grandes potencias a partir de fines del siglo XIX.
Se señala con preocupación, por ejemplo, el reforzamiento de la especialización regional en la producción de bienes primarios o de manufacturas basadas en recursos naturales:
“Más allá de las diferencias de país a país, hay una tendencia general a que la región se torne más especializada en la producción de bienes primarios y manufacturas basadas en recursos naturales, mientras China se especializa en bienes industriales cada vez más sofisticados —se observa en una reciente publicación académica germano-mexicana—. Esto no es sólo cuestión de fuerzas de mercado que llevan a la especialización basada en la distinta dotación de recursos... [En América Latina] no hubo intentos de implementar políticas industriales desde las reformas neoliberales de los ’80 y principios de los ’90. Como consecuencia, las partes de alto valor de las cadenas de valor globales están siendo localizadas en China, no en América Latina”. Así, el ascenso de China contribuye aún más a la reorientación de las economías latinoamericanas hacia un modelo basado en recursos naturales, que comenzó a fines de los ’80” (los resaltados son nuestros. RL).[2]

La CEPAL, por su parte, destaca en un significativo informe de 2009 la reiteración, en el comercio bilateral, de los patrones más tradicionales del comercio entre América Latina y las grandes potencias:
“La naturaleza de las corrientes comerciales entre la región y China es casi exclusivamente interindustrial, vale decir, China nos vende bienes manufacturados y América Latina y el Caribe le vende principalmente materias primas. Ello dificulta mayor densidad del comercio, deja menos espacio para inversiones conjuntas y limita una inserción más eficaz de los países de la región en las cadenas productivas de Asia-Pacífico...”.[3]

Osvaldo Rosales, director de la División de Comercio Internacional e Integración de la CEPAL, precisa que tal relación no se diferencia mucho del “modelo agroexportador” que se impuso en la mayoría de nuestros países hace más de un siglo:
“China tiende a convertirse en el segundo socio comercial de América Latina en los próximos cinco años... La buena noticia es que nos estamos conectando de manera cada vez más intensa con el motor de la economía mundial del siglo XXI. La mala es que lo estamos haciendo con un modelo exportador similar al del siglo XIX”.[4]

Funcionarios argentinos y brasileños encargados de coordinar el comercio bilateral, preocupados por las represalias chinas a las medidas anti-dúmping contra productos de ese origen adoptadas por el gobierno argentino, concordaron recientemente en la necesidad de cambiar el patrón de relacionamiento entre nuestros países y la potencia asiática:
"La administración de Lula da Silva sospecha que puede tratarse de una estrategia para reducir las compras de productos industrializados del Mercosur y concentrarse cada vez con mayor énfasis en la importación de commodities básicas... No se puede construir una nueva relación neocolonial con China como metrópoli” [5].



2.- Composición del intercambio y adaptación estructural

El tema adquiere relevancia al considerar el peso decisivo que China tiene ya en las balanzas comerciales y en los ingresos fiscales de los países de la región, y la creciente importancia de las inversiones chinas en ella. China constituye un socio relevante o decisivo para buena parte de las economías latinoamericanas. Es el primer destino de las exportaciones para Brasil y Chile y el segundo para Argentina, Costa Rica, Cuba y Perú. El comercio bilateral, que en 2000 llegaba apenas a U$S 10.000 millones, superó los U$S 140.000 millones en 2008 y ayudó a América latina a afrontar la crisis mundial iniciada en ese año: en 2009, según la CEPAL, las ventas totales de la región a Estados Unidos y la Unión Europea se redujeron en un 26% y 28% respectivamente, y las destinadas a Asia cayeron un 6%, pero hacia China aumentaron un 5%. Según proyecciones, hacia el año 2014 China desplazaría a la Unión Europea como segundo principal destino de exportaciones de la región y un año después lo haría como segundo origen de importaciones.
Al mismo tiempo, como muestran las tablas 1 y 2, la evolución del intercambio bilateral destaca el reforzamiento del carácter primario —o centrado en manufacturas con escasa elaboración— de las exportaciones latinoamericanas hacia China, y el carácter industrial y basado en bienes de tecnología alta y media de las importaciones regionales desde China.

Tabla 1: Composición de las exportaciones latinoamericanas hacia China y hacia el resto del mundo: 1995, 2001, 2006 (en % del total)

Hacia China
Hacia el resto del mundo

1995
2001
2006
1995
2001
2006
Productos primarios
35,0
56,5
62,5
30,5
25,4
33,9
Prod. manufacturados
65,0
43,5
37,5
67,9
73,5
64,9
Basados en recursos nat.
43,3
21,4
22,8
21,8
16,5
18,3
De baja tecnología
10,1
6,5
3,7
12,6
12,5
8,8
De tecnología media
10,4
8,3
6,3
24,3
26,7
24,7
De alta tecnología
1,1
7,3
4,7
9,2
17,8
13,1
Otros
0,0
0,0
0,0
1,3
1,0
1,2
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0

Tabla 2: Composición de las importaciones latinoamericanas desde China y desde el resto del mundo: 1995, 2001, 2006 (en % del total)

Desde China
Desde el resto del mundo

1995
2001
2006
1995
2001
2006
Productos primarios
26,5
3,0
1,0
9,0
8,6
9,0
Prod. manufacturados
70,5
96,3
97,5
8,3
90,0
8,6
Basados en recursos nat.
27,0
9,8
6,9
17,6
15,8
17,4
De baja tecnología
7,7
34,4
22,0
14,4
15,0
13,3
De tecnología media
24,2
25,4
26,3
38,7
37,0
36,9
De alta tecnología
11,5
26,7
42,3
16,6
22,2
21,9
Otros
2,8
0,7
1,5
3,5
1,4
1,5
TOTAL
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
FUENTES: FMI y CEPAL. En China y América Latina. Relaciones económicas en el s. XXI. Rhys Jenkins y Enrique Dussel Peters ed. German Development Institute (DIE) y Centro de Estudios China-México (Cechimex, UNAM). Bonn-México, 2009.


Las grandes expectativas que fuertes sectores de las clases dirigentes latinoamericanas albergan respecto de China como mercado comprador de las exportaciones regionales o como proveedor de importaciones y de capitales se reflejó ya en inversiones de empresas privadas y estatales del país asiático para la realización de importantes obras de infraestructura en la región vinculadas con el comercio y con las multinacionales chinas, incluyendo la ampliación y modernización de puertos sobre el Océano Pacífico —como Ensenada, Buenaventura, Manta, Callao e Iquique— o fluviales con salida al Atlántico —como el puerto rosarino de Timbúes—, enormes proyectos viales y ferroviarios destinados a conectar el interior del continente con las costas del Pacífico, a través de “corredores” como el de Manta-Manaos, el interoceánico hacia Paita e Ilo en el norte peruano, y el también bi-oceánico que uniría la ciudad de San Pablo en el sur del Brasil con Iquique en el norte de Chile. A esto habría que sumar el Ferrocarril Belgrano Cargas —uno de los principales beneficiarios de las inversiones y créditos chinos acordados durante la visita de la presidenta argentina Cristina Kirchner al país asiático en julio de 2010—, que cruza todo el centro y el norte de la Argentina y parte del territorio boliviano conectando con el Pacífico por el mismo puerto chileno de Iquique.
La “asociación estratégica” con China, propugnada por sectores de las clases dirigentes con fuerte gravitación en las economías y en los niveles decisionales de los estados de la región, también incide en el nivel político. Aunque los dirigentes chinos son extremadamente cautelosos y evitan involucrarse abiertamente con los gobiernos de la región que sustentan posiciones no pro-norteamericanas, lo cierto es que la creciente asociación bilateral ha ido desplazando a intereses estadounidenses en diversos ámbitos económicos, en muchos casos con alcance estratégico. Así, los grandes consorcios chinos van ganando acceso a los recursos naturales y penetración en los mercados regionales.

3.- La “asociación estratégica” en casos particulares

Venezuela, Ecuador, Bolivia, Perú, Chile, Cuba, Panamá.- Gobiernos latinoamericanos nacionalistas e impulsores de reformas estructurales como los actualmente vigentes en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Cuba, se han convertido en decididos promotores de la asociación estratégica con China como contrapeso o incluso como vía de “liberación” de la influencia económica, política y militar estadounidense en la región.
China se ha convertido en importante comprador de petróleo venezolano, y a partir de ello comenzó a adquirir incidencia directa en la producción petrolera del país. En los últimos años el Banco Chino de Desarrollo prestó al gobierno de Hugo Chávez U$S 12.000 millones en dos etapas con destino a proyectos de infraestructura, a pagar con futuras entregas de petróleo. La China National Petroleum Company (CNPC) expandió sus operaciones venezolanas en el ramo mientras disminuían las de los consorcios occidentales; en septiembre de 2009 la compañía china anunció una inversión adicional de U$S 16.000 millones. China contribuyó también a la instalación de una fábrica de perforadoras de pozos petroleros, así como otras empresas mixtas para la producción de automóviles y teléfonos celulares. En 2008 colaboró en el lanzamiento de un satélite venezolano de comunicaciones, y es ya un importante proveedor de infraestructura para telecomunicaciones y de material militar complejo, como radares de vigilancia aérea y aviones de combate.
Recientemente China otorgó a Caracas un préstamo por U$S 20.000 millones, a pagar la mitad en dólares y el resto en moneda china (70.000 millones de yuanes, equivalentes a U$S 10.250 millones), sólo útiles para efectuar compras en China, y un jalón de hecho en el camino de la transformación del yuan en moneda internacional[6].
En Ecuador, la corporación china Andes Petroleum se convirtió en un inversor decisivo en el sector petrolero, especialmente a partir de que el gobierno nacionalista de Rafael Correa exigió renegociar los términos de las concesiones de compañías de otros orígenes. El gobierno ecuatoriano recibió un préstamo chino de U$S 1.000 millones, y aprobó la construcción del proyecto hidroeléctrico de Coca Codo Sinclair de 1,5 gigawatts por U$S 2.000 millones, autofinanciada en un 90% por Sinohydro, la empresa china concesionaria de la obra. Las presiones de la corporación al gobierno ecuatoriano arrojan bastante luz sobre las modalidades concretas que asumen las inversiones chinas en América Latina[7]. Sin embargo las expectativas eran grandes, y es probable que el proyecto ya en marcha de construcción de un corredor “multimodal” entre la zona de libre comercio de la ciudad amazónica brasileña de Manaos y el puerto de Manta en Ecuador haya incidido en la determinación del presidente ecuatoriano Correa de no renovar a los Estados Unidos el permiso de utilización de la base de Manta, donde capitales chinos construirían un aeropuerto para vuelos transpacíficos[8].
En Bolivia, la petrolera estatal YPFB se asoció a la CNPC mediante inversiones y aportes técnicos chinos para la producción gasífera boliviana. La corporación china Shandong Llueng recibió la concesión para la explotación total o parcial del enorme yacimiento ferrífero de El Mutum.
Tanto Ecuador como Bolivia se han convertido también en compradores de material militar chino. Ecuador había alquilado en 2007 dos aeronaves de transporte MA-60, y más tarde negoció la compra de otros cuatro; asimismo recibió dos radares chinos para su evaluación y luego adquirió cuatro más, a ser entregados a principios de 2011. Bolivia compró efectos chinos de uso militar como camiones y botes; desde fines de 2009 está en tratativas para la compra de seis aviones K-8 para misiones anti-droga (tras haber rechazado otros equipos de origen estadounidense y europeo) y desarrolla un trabajo conjunto para el lanzamiento de un satélite[9].
Para Chile y Perú —integrantes ambos del Área de Cooperación Asia-Pacífico (APEC)— China se ha tornado un socio comercial decisivo. Es el principal destino de las exportaciones chilenas, y cliente importante de las peruanas. Perú es, a la vez, destino importante de inversiones chinas, principalmente en el sector pesquero (flotas y procesamiento de harina de pescado) y en el minero (Toromocho, Río Blanco y Marcona). Ambas producciones tienen en China su principal mercado (el 85% de sus ventas). El proyecto minero de Río Blanco también es ilustrativo sobre los extremos a los que las oligarquías latinoamericanas —en este caso la del Perú— están dispuestas a llegar para garantizar su alianza con el capital chino[10].
Corporaciones chinas han establecido empresas de capital mixto con las compañías estatales petroleras y minerales PdVSA (Venezuela), YPFB (Bolivia), Petrobras (Brasil) y Cubaniquel (Cuba).
En cuanto a Panamá, si bien su importancia como país exportador es menor, merece una mención especial por las vitales implicancias de su posición geográfica. Allí la corporación china de transporte y carga Hutchison-Whampoa —vinculada al Ejército de la RPCh— es desde hace varios años la propietaria de ambos extremos del Canal, adquiriendo con ello el control del estratégico movimiento comercial y militar que lo transita.

Brasil.- En su carácter de cliente clave de sus exportaciones de mineral de hierro y de soja, China también es uno de los pilares del crecimiento de la economía exportadora del Brasil. El capital chino es partícipe directo en la producción de hierro, a través de la asociación de su consorcio Bao Steel con el gigante brasileño Companha Vale do Rio Doce (CVRD).
El papel de China en la economía brasileña se acrecentó con la actual recesión mundial: mientras en el primer trimestre de 2009 las exportaciones del Brasil a Estados Unidos cayeron casi un 40%, las ventas hacia China crecieron más del 60%, impulsadas por el gigantesco “paquete” financiero de estímulo por U$S 740.000 millones que China volcó a la realización de grandes obras de infraestructura, reactivando su demanda de insumos clave, entre ellos el hierro adquirido a la CVRD (ya lo había hecho en 2008 con motivo de la construcción de los sofisticados estadios para los Juegos Olímpicos de Beijing).
En la primera mitad de 2009, China se convirtió en el primer mercado de destino de las exportaciones brasileñas. La demanda china impulsó al Brasil hasta el segundo lugar como exportador mundial de soja después de los Estados Unidos: su producción pasó de 23 millones de hectáreas y 15 millones de toneladas en 1990/91 a casi 25 millones de hectáreas y 61 millones de toneladas en 2007/08. La expansión de la soja desde el sur brasileño (Rio Grande do Sul, Santa Catarina, Parana) hacia los estados centrales (Sao Paulo, Minas Gerais, Goias, Mato Grosso y Mato Grosso do Sul) provocó grave deforestación en la selva amazónica y desplazamiento de la ganadería y de otros cultivos, principalmente arroz. Eco-regiones claves como el Cerrado (centro) han sido drásticamente modificadas por el monocultivo, y se multiplicaron los fenómenos de violencia de los terratenientes contra los campesinos[11].
Con un préstamo de U$S 10.000 millones del Banco de Desarrollo de China, Beijing aparece como un financista clave para el desarrollo de los yacimientos petroleros de aguas profundas recientemente descubiertos en las cuencas de Campos y Santos. Por el acuerdo de “préstamo-por-petróleo” firmado recientemente entre la corporación china Sinopec y la brasileña Petrobras, esta última se compromete a proveer a China unos 200.000 barriles anuales durante 10 años. En mayo de 2010 el grupo estatal chino Sinochem había adquirido por U$S 3.000 millones a la petrolera noruega Statoil el 40% del yacimiento Peregrino, en la cuenca marítima de Campos.

Argentina.- El reciente viaje de la presidenta Cristina Kirchner a China (julio de 2010) saldó en acuerdos entre el gobierno argentino y empresas chinas por casi U$S 10.000 millones en préstamos e inversiones para la provisión de material ferroviario (locomotoras, vagones y hasta rieles). Una parte sustancial del préstamo irá a la renovación de la línea del ramal Belgrano Cargas —ligado a la salida de la producción sojera pampeana hacia China por el Pacífico—, con financiamiento a largo plazo del Banco de Desarrollo de China. Se incluye también la provisión de coches subterráneos y la electrificación de una línea ferroviaria desde la ciudad de La Plata. Se trata en total de diez proyectos para un período de dos a cinco años, con compras de material a China e inversiones chinas en la Argentina. Las adquisiciones serán financiadas por Citic, un holding financiero chino que tiene al empresario Franco Macri como “trader” a comisión. Según un conocido activista en la defensa de los ferrocarriles estatales argentinos, se destina a financiamiento y pago de comisión —estimada en U$S 400 millones— lo que hubiera podido dedicarse a fines públicos como educación y salud, y a un plan nacional sistemático de recuperación integral de la actividad y la industria ferroviaria en manos del Estado[12]. También se mencionó un acuerdo entre una empresa privada argentina farmacéutica y otra china para la construcción de un laboratorio.
La mandataria argentina destacó la complementación entre Argentina y China “porque estamos generando una agroindustria de punta en todo el mundo”, dijo, a la vez que llamó a “des-sojizar” la relación entre ambos países, aludiendo al conflicto generado con el país asiático —el mayor comprador de aceite de soja del mundo y principal cliente de nuestro país en el rubro— que en abril suspendió la compra de ese producto a la Argentina —el principal exportador mundial—, como represalia por las trabas implementadas por Buenos Aires a la importación de productos industriales chinos (o simplemente como medida de presión para bajar los precios, o para centrar sus importaciones en la compra del grano y procesarlo en China).
Según el canciller argentino Héctor Timerman la visita impulsaría las relaciones “entre dos socios importantísimos, no solo para los temas comerciales sino también políticos” ya que ambos son miembros del G-20 y existen “muchos temas en común en foros internacionales”. Sin embargo las coincidencias y el encuentro entre ambos presidentes no fueron suficientes para llegar a un acuerdo para el levantamiento del cierre del mercado chino al aceite de soja argentino, por lo que debió crearse una comisión conjunta para tratar el diferendo.
La liberación de los embarques de aceite de soja hacia China son un punto crucial para el objetivo del gobierno de Buenos Aires de mejorar la posición argentina en la balanza comercial bilateral, que ya antes del conflicto era deficitaria por el acelerado crecimiento de las importaciones. En 2009 la Argentina exportó a China aceite de soja por U$S 1.400 millones. En el mismo año, el saldo negativo argentino alcanzó los U$S 1.200 millones.
China es ya el segundo socio comercial de la Argentina, por debajo de Brasil y antes de la Unión Europea. En 2009 fue el tercer destino de las exportaciones argentinas, después de Brasil y Chile. Según cifras oficiales argentinas, el intercambio entre Argentina y el país asiático aumentó de U$S 4.000 millones en 2004 a U$S 14.000 millones en 2008. Las manufacturas de origen agrícola y productos primarios constituyen el 70% de las exportaciones a China, mientras que el 98,8% de los bienes que la Argentina importa desde China son manufacturas de origen industrial (textiles, plásticos, calzado, máquinas y aparatos).
Pese al llamado de la presidenta argentina a “des-sojizar” la relación bilateral, los elevados precios internacionales de la soja y sus derivados por un período relativamente prolongado, y el desaliento interno a otras producciones agropecuarias, determinaron el aumento sostenido en los últimos años de la superficie sembrada con soja y del volumen producido. En la Argentina, cuando esa oleaginosa comenzó a sembrarse intensivamente —principios de la década de 1990—, se cultivaban 5 millones de hectáreas, y se mantuvo en ese nivel hasta 1996. A partir de entonces comenzó el auge de esta oleaginosa, impulsado por un conjunto de factores entre los que se destacan la llegada de la soja transgénica, la constitución de poderosos pools inversores, la combinación de la siembra directa y el herbicida glifosato que permitió altos rendimientos, y la acentuada dependencia de las finanzas estatales respecto de las retenciones sobre las exportaciones sojeras. En 20 años la superficie cultivada con soja y los volúmenes de producción de la oleaginosa se cuadruplicaron: de 5 millones de hectáreas y 10,7 millones de toneladas en 1989 se llegó a 17 millones de hectáreas y 47 millones de toneladas en la temporada 2007/2008. En 2008-2009 las cifras descendieron circunstancialmente por la sequía, pero en la temporada 2009/2010 la soja representa cifras récord para el país: 19 millones de hectáreas —el 61% de las 31 millones de hectáreas de uso agrícola y más del 70% del área total cultivada—, con una producción de 52 millones de toneladas[13].
La pampa húmeda argentina —y de hecho también las regiones litoraleña y norteña del país— se han convertido en un océano de soja. A medida que se consolida la nueva especialización productiva, las políticas oficiales en los niveles nacional y provinciales se orientan a adaptar en su favor toda una vasta infraestructura de servicios, comunicaciones y transportes. En la ribera del río Paraná, a lo largo de unos 100 kilómetros al norte y al sur de la ciudad de Rosario, se concentran los puertos de exportación de granos, harina y aceite del país. El 80% de la producción de cereales —y especialmente de soja— de la Argentina sale por esos quince puertos, propiedad de los mayores consorcios exportadores privados (entre ellos el de la multinacional china Noble en Puerto Timbúes[14]). La reactivación y renovación del ferrocarril Belgrano Cargas es parte de la estrategia de desarrollo predominante en los últimos años: se trata de una línea estratégica concedida en 2004 por el gobierno de Néstor Kirchner al grupo Macri asociado en el consorcio Shima con el holding chino Sanhe Hopeful Grain & Oil, los consorcios Roggio y Emepa, y los sindicatos “La Fraternidad” (ferroviarios, encabezado por José Pedraza) y de Camioneros, cuando este último era conducido por Hugo Moyano, actual secretario general de la CGT y principal apoyatura sindical del gobierno de Cristina Kirchner[15].
Por eso, los acuerdos para la masiva importación por la Argentina de material ferroviario chino pueden considerarse la contracara necesaria de la “asociación estratégica” establecida sobre el eje productivo descripto, ligado a las exportaciones a China. Especialmente en momentos en que el alto grado de dependencia de las ventas argentinas de aceite de soja respecto del mercado chino (el 45% del total en 2009) permitió a las autoridades de ese país presionar mediante la total suspensión de las compras chinas de aceite de soja argentino, contra las medidas “anti-dumping” del gobierno argentino dirigidas a limitar la importación de calzado y otras manufacturas.
Otro paso significativo en el camino de la “asociación estratégica” es el “crédito de respaldo” (swap) para las reservas internacionales de la Argentina concedido por el gobierno chino al de la Argentina en marzo de 2009. No se trata de un crédito en moneda dólar (que aún constituye la divisa internacional de reserva), sino en yuanes. Puesto que el yuan no es una moneda internacional sino nacional de China, sólo permite pagar compras en ese país. De hecho, el “pacto de pagos” por fuera del dólar permite a la Argentina evitar pagar en dólares su deuda comercial a China, y derivar esos recursos al pago de los vencimientos de deuda externa en dólares (deuda “ilegítima y usuraria”, según el conocido fallo judicial del año 2000). Y al mismo tiempo potencia la invasión de mercancías chinas en perjuicio de la producción nacional, y acentúa para el país ataduras hacia China ya no sólo comerciales sino financieras.

México.- El de México es un caso particular, debido a los patrones tanto de inversión como comerciales que imperan en la relación bilateral. La inversión china en México es aún pequeña (menos del 1% de la inversión extranjera global, que proviene fundamentalmente de Estados Unidos) y se centra en la producción de manufacturas y crecientemente en las industrias de autopartes (principalmente Giant Motors, ZX y Chamco) y de productos electrónicos (televisores y otros, Konka y TCL). En cuanto al comercio bilateral, a partir de 2003 China se ha convertido en el segundo —pero aún distante— socio comercial de México después de Estados Unidos.
En un contexto dominado por el altísimo grado de concentración de las exportaciones mexicanas hacia el mercado estadounidense, la tasa de crecimiento de las ventas de México a China disminuyó abruptamente a partir de 2000. En cambio las importaciones mexicanas provenientes de China crecieron a un promedio anual de alrededor del 40% entre 1995 y 2006, en buena medida sustituyendo importaciones antes provenientes de EE.UU. En 2006 las importaciones mexicanas desde China totalizaban un valor 15 veces mayor al de sus exportaciones al país asiático, motivando un déficit en el comercio bilateral de más de U$S 22.000 millones (que aún perdura y que México compensa con el superávit de su intercambio con EE.UU.).
La estructura del comercio exterior mexicano tiene una sorprendente similitud con la de China: sus exportaciones se concentraron durante las décadas recientes en unos pocos rubros —principalmente artículos electrónicos, autopartes, automóviles y petróleo—, de gran similitud con las de China, por lo que México sufre fuerte competencia y es crecientemente desplazado de su principal mercado: el estadounidense. Pero una gran diferencia con las exportaciones chinas es que los productos industriales mexicanos de exportación incluyen una proporción cada vez menor de componentes nacionales y dependen en medida creciente de insumos importados (un 75%, entre 2001 y 2006).
Según estudios de consultores internacionales, unas 57 empresas chinas —textiles, mineras, petroleras, ensambladoras de computación y hasta agrícolas, en su mayor parte con destino a la exportación hacia China— se han radicado en México en pocos años, debido al bajo costo de la mano de obra mexicana, la posibilidad de evadir los elevados impuestos fiscales sobre los productos chinos establecidos por el TLCAN, y por su proximidad al más grande mercado mundial de consumo, los Estados Unidos[16].
Según E. Dussel Peters, las exportaciones mexicanas hacia China experimentan desde 2006 una creciente “latinoamericanización”, cayendo notoriamente la venta de autopartes y pasando al primer lugar las de cobre (en diversas formas, desde desechos hasta refinado y en matas); en los últimos años adquirieron también un lugar prominente las ventas de aluminio, mineral de hierro y algodón, convirtiéndose así las materias primas en el principal rubro de las ventas externas mexicanas. En cuanto a las importaciones desde China, consisten en su mayor parte en productos vinculados a las telecomunicaciones y la computación, calculadoras, equipamiento de televisión, radio y video, juguetes y autopartes. El autor subraya que en la masa total de importaciones mexicanas desde China, entre 1995 y 2004 cayeron sustancialmente las llamadas “definitivas” (es decir destinadas a su consumo en México), aumentando proporcionalmente las utilizadas para la fabricación de bienes de exportación.
La creciente adaptación estructural del comercio exterior mexicano a la asociación con China determina, así, un gradual proceso de re-primarización de las exportaciones, con el consiguiente deterioro de la producción industrial local y la creciente conversión de partes de ella a producciones complementarias o subsidiarias de la demanda y de la inversión chinas. Según Dussel Peters, a ello hay que sumar el ingreso ilegal masivo de bienes industriales chinos (principalmente los vinculados a la cadena hilado-textil-vestimenta), y la masiva “triangulación” de bienes chinos que ingresan a puertos estadounidenses como el de Long Beach en carácter de importaciones transitorias para ser luego exportados hacia México con la etiqueta “made in USA”.[17]
En México, país que fuera pionero en el proceso de industrialización sustitutiva de importaciones en América latina, ahora uno de los “motores de la economía” ha pasado a ser la extracción minera. Según el secretario de Economía mexicano, Gerardo Ruiz Mateos, en la Expo Shanghai 2010, a donde asistió en búsqueda de inversiones chinas en el sector, “México puede exportarle a China una gran cantidad de minerales que necesita (como hierro, cobre, oro, plata, zinc, manganeso y molibdeno), y yo creo que las empresas chinas están viendo eso y por esa razón están viniendo a México a buscar oportunidades”. En la explotación minera mexicana ya están presentes varios grupos chinos: Gansu Jinchuan (el mayor productor chino de níquel), Henan Jinlong (que abrió una planta de tubos de cobre), Tianjin Beihai (que negocia la adquisición de varios yacimientos), y Shaanxi Dongling. Todos ellos atraídos por “un marco regulatorio que se está mejorando cada día más” y que proporciona “importante estabilidad macroeconómica y seguridad en las inversiones”[18].
China es hoy el segundo socio comercial del país y México constituye uno de los principales destinos de inversión de China en Latinoamérica. Los empresarios chinos tienen interés en invertir en el puerto michoacano de Lázaro Cárdenas, principalmente en el sector logístico y minero[19]. Los planes chinos de inversión también contemplan la fabricación de autopartes para su exportación al país asiático[20].

4.- Re-primarización o industrialización subordinada: ¿dos “modelos”?

Su vertiginoso crecimiento económico ha convertido a China en un gran importador de materias primas, minerales, energía, y también de alimentos y productos industriales, pero sus intereses en América Latina trascienden el plano puramente comercial. Siendo ya uno de los mayores socios comerciales de los países latinoamericanos, ese posicionamiento ha ido acompañado en los últimos cinco años de importantes inversiones públicas y privadas de China (ver Tabla 3) y de la multiplicación de lazos políticos, diplomáticos y militares entre Beijing y casi todos los gobiernos de la región. Según el Ministerio de Comercio del país asiático, las inversiones chinas en A. Latina, que en 1975 eran de U$S 200 millones anuales, en 2006 totalizaron U$S 70.200 millones, y se estima que sumarán U$S 100.000 millones en 2010 (lejos aún, en términos absolutos, de los U$S 560.000 millones de EE.UU. y de los U$S 250.000 millones de la Unión Europea, pero en ascenso). En noviembre de 2008 China publicó su primer documento político sobre América Latina, señal del creciente interés estratégico de la potencia asiática por la región.

Tabla 3: Algunas inversiones chinas en áreas de energía y materias primas
desde 2005 a la actualidad
2005
Enero
Cuba
• El consorcio chino de petróleo y gas Sinopec firma un convenio de producción conjunta con la estatal cubana Cubapetróleo.
• La estatal china Minmetals invierte U$S 500 millones en una compañía mixta para producir 68.000 toneladas anuales de ferroníquel en el oriente cubano.

Febrero
Chile
• Minmetals acuerda una inversión inicial de U$S 550 millones —que podría llegar a U$S 2.000 millones— para la instalación de una empresa mixta con la estatal chilena Codelco.

Setiembre
Bolivia
• La petrolera china Shengli firma un acuerdo marco con la estatal Yacimientos Petroliferos Fiscales Bolivianos para invertir U$S 1.500 millones en 40 años en la producción de petróleo y gas en Bolivia.


Ecuador
• El consorcio chino Andes Petroleum —que incluye a la China National Petroleum y al grupo Sinopec— compra las acciones de la canadiense Encana por U$S 1.420 millones.
2007
Junio
Perú
Aluminium Corp. of China adquiere la canadiense Peru Copper por U$S 792 millones.
2009
Mayo
Brasil
• El Banco de Desarrollo de China anuncia un préstamo de U$S 10.000 millones a la estatal brasileña Petrobras, a cambio de provisión garantizada de petróleo a China durante una década.

Julio
Ecuador
• China firma otro acuerdo de préstamo-por-petróleo por U$S 1.000 millones.

Setiembre
Venezuela
• El gobierno de Chávez firma con Beijing un tratado por el cual China invertirá U$S 16.000 millones durante tres años para intensificar la producción petrolera en varios cientos de miles de barriles diarios en la franja del Orinoco.

Octubre
Brasil
• El grupo siderúrgico chino Baosteel ofrece U$S 1.600 millones por el 30 por ciento por la gran mina ferrífera anglo-norteamericana de Minas Rio.
2010
Marzo
Argentina
• La petrolera china CNOOC compra, por U$S 3.100 millones, el 50 por ciento de Bridas (grupo Bulgheroni), poseedora a su vez del 40 por ciento de Pan American Energy, quedando así asociada a British Petroleum, dueña del 60% restante).

En la Argentina, hablando en términos generales, actualmente el impulso y promoción de la “asociación estratégica” con China reconoce dos vertientes principales, expresión a su vez de dos nucleamientos o bloques de sectores de las clases dirigentes que convergen en ese objetivo estratégico y al mismo tiempo difieren y pugnan respecto de las modalidades y los beneficiarios concretos de esa alianza. Se trata, por tanto, de dos vertientes que no se contraponen en lo esencial en lo que se refiere a las bases estructurales y los lineamientos económicos y políticos que sustentan la “asociación estratégica” con China.
1) De un lado pueden considerarse aquellos sectores que son beneficiarios del actual esquema exportador-importador-inversor asociado a China: empresarios y funcionarios gubernamentales (también académicos y periodistas) se constituyen en voceros de los pools sojeros y aceiteros que exportan a China o de sectores vinculados a la importación de productos industriales del país asiático, o bien de intereses ligados a las corporaciones petroleras y mineras de China o a otros capitales privados o estatales de esa potencia.
El 12 de diciembre de 2008 el Banco de la Ciudad de Buenos Aires realizó el seminario “China, una oportunidad histórica para la Argentina”. Allí, en presencia del embajador de la República Popular de China, Zeng Gang, coincidieron sectores diversos y aún políticamente divergentes como el presidente del banco, Federico Sturzenegger; Mauricio Macri, Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires; la doctora Beatriz Nofal, directora de la Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones (ProsperAr), que acompaña al gobierno de Néstor y Cristina Kirchner desde su designación en 2006; y el analista internacional Jorge Castro.
En la ocasión el Jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri opinó que
“debemos ser parte del mundo como hace China... La alianza estratégica con China es el camino para que la Argentina se integre hacia adentro y hacia afuera... La Argentina de los alimentos —opinó— puede ser la Arabia Saudita del petróleo.[21] (resaltados nuestros. RL).

Tiene coherencia entonces —más allá de la apariencia contradictoria— que el empresario Franco Macri, representante regional y local del gobierno de Beijing y de empresas estatales chinas, sostenga por un lado que el “proyecto de país agroindustrial” en el que piensa su hijo Mauricio (actual Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, políticamente enfrentado al gobierno nacional) no se diferencia sustancialmente del modelo kirchnerista[22], mientras que por el otro, atendiendo a las posibles candidaturas presidenciales para las elecciones de 2011, admita que “desde el punto de vista del afecto obviamente lo votaría a Mauricio, [pero] desde el punto de vista de la racionalidad, lo voto a Kirchner”.[23]
El ya mencionado Dr. Jorge Castro, asesor del ex presidente Carlos Menem en temas internacionales, presidente del Instituto de Planeamiento Estratégico y actual columnista internacional del diario Clarín, es uno de los principales promotores de la “asociación estratégica” con China. Desde hace años, en concordancia con su adscripción a la teoría del “realismo periférico”[24], sostiene que, dado el papel que China ya desempeña en el escenario económico y político mundial, esa alianza basada nuevamente en la especialización del país en la producción masiva de alimentos para el mercado externo —en este caso para China— constituye la base posible y hasta imprescindible para el desarrollo no sólo de la Argentina sino también de otros países latinoamericanos e incluso de la integración regional:
“Una estrategia que privilegie su especialización [de la Argentina] en la producción agroalimentaria no implica la reprimarización de la economía. Al contrario: en las nuevas condiciones mundiales es la vía más apropiada para una reindustrialización internacionalmente competitiva de la Argentina”.[25] “En definitiva, la condición de potencia agroalimentaria de la Argentina es la que marca el camino de su inserción internacional, y este camino es el mismo que el de Brasil para este año y los próximos 20. En este sentido, el camino de la Argentina y Brasil es el mismo, y por lo tanto, ésta es la base estructural de una alianza de largo plazo entre los dos países” [26]. “El crecimiento brasileño es el espejo de la demanda china: más de la mitad (56%) del índice de acciones Ibovespa está constituido por empresas productoras de commodities, que dirigen sus ventas al mercado chino/asiático” [27]. “EE. UU., Brasil y, ante todo la Argentina, tienen el privilegio de producir un insumo crítico —que es la soja— para el eje de la demanda mundial en los próximos 20/30 años: China.[28]

Los representantes del capital financiero ligados directamente al intenso proceso de “sojización” experimentado durante la última década por la economía y por las políticas fiscales de la Argentina son quienes —a veces claramente, otras velando los intereses de clase que encarnan bajo el manto de la promoción e incluso la defensa del “interés nacional”— abogan por el otorgamiento de privilegios y concesiones que aseguren la continuidad de la alianza, aún a costa de la erosión o destrucción de las bases industriales y de otras producciones agropecuarias del país. En referencia al conflicto suscitado en abril de 2010 por la suspensión sin fecha de las compras chinas de aceite de soja argentino, Gustavo Grobocopatel, presidente del grupo Los Grobo y ”rey” de la soja en la Argentina, aparenta restar importancia al diferendo pero de inmediato traduce la tendencia histórica de los terratenientes y consorcios exportadores argentinos hacia sus principales mercados compradores:
“Si no te compra China, te va a comprar la India o Vietnam. Los ´aceitedependientes´ no somos los argentinos, son los que compran. El tema es que se te va una opción para poder pelear las cotizaciones. Esto genera que los precios relativos de la soja en la Argentina sean menores que en Brasil o EE.UU. Esto es grave porque mañana puede ser la harina u otra cosa. No podemos tener conflictos con un cliente relevante”. [29]


2) Sin embargo, durante el último período han comenzado a emerger cuestionamientos al tipo de inserción internacional arriba descripto, muy similar a la “tradicional” división internacional del trabajo que desde fines del siglo XIX impusieron a la mayor parte de los países de América Latina las potencias europeas y principalmente Gran Bretaña, y que la “relación especial” con China está consolidando. Entre esos cuestionamientos se destaca el de la CEPAL, ya que su diagnóstico y recomendaciones son asumidos como propios y se ven reflejados en declaraciones empresariales y oficiales y en políticas gubernamentales en la Argentina y otros países de la región.
Consciente de que el modo hoy predominante de “asociación” con China refuerza la especialización primario-exportadora en los países de la región que ya tenían ese perfil, y empuja a otros más industrializados a la reprimarización de sus estructuras productivas, la CEPAL ha comenzado en meses recientes a sostener la necesidad de superar el tipo de relacionamiento con China al que caracteriza como ”modelo siglo XIX”. En su reciente informe “La República Popular de China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica” (abril 2010), la CEPAL postula avanzar hacia una alianza estratégica chino-latinoamericana sobre la base de
“agregar valor e incorporar conocimiento a las exportaciones de productos básicos, integrándolos en las cadenas productivas y de comercialización de Asia-Pacífico... Para ello, debieran estimular las inversiones chinas en nuestra región..., así como las alianzas entre actores empresariales locales y chinos... Los gobiernos de la región [deberían] estructurar un paquete consensuado de iniciativas de inversión que puedan atraer el interés de la banca, empresas y gobierno chinos. La inversión de este país en proyectos de infraestructura y de energía no sólo permitiría fortalecer las relaciones económicas entre la región y China, sino que también generaría externalidades positivas para el propio proceso de integración regional latinoamericano” (pág. 26). “China podría dar buen uso a sus elevadas reservas internacionales apoyando las inversiones más arriba sugeridas, así como aprovechando su presencia en la banca multilateral regional [se refiere al ingreso de Beijing en el BID] para favorecer proyectos que apoyen la modernización productiva, tecnológica y exportadora de las Pymes latinoamericanas y caribeñas” (pág. 27) [Los resaltados son nuestros. RL].

A poco de emitido el documento, el director de la División de Comercio Internacional e Integración de la CEPAL, Osvaldo Rosales, amplió estos conceptos:
“No es que sean malos los recursos naturales, sino que hay que ir incorporándoles cada vez más valor, más conocimiento al producto que estamos exportando, de modo que la dinámica exportadora de los recursos naturales se transmita al resto de la economía... Para mejorar el vínculo con este gran motor del siglo XXI, debemos preocuparnos por diversificar nuestra base productiva y exportadora... a fin de poder participar de las cadenas de valor que se están generando”.[30]

Así, la CEPAL propone superar las limitaciones del “relacionamiento desigual” mediante la atracción de inversiones chinas hacia ramas industriales y de infraestructura complementarias (o subsidiarias) de las necesidades estratégicas de China. No se promueve una estrategia de industrialización independiente —centrada en las necesidades de infraestructura locales y regionales, en el mercado interno y en el apoyo y promoción estatal a capitales nacionales como base de una verdadera reconstrucción industrial—, sino una nueva especialización en la “exportación de productos básicos”, adicionando alguna diversificación que permita integrarla “a las cadenas productivas y de comercialización de Asia-Pacífico”. Una diversificación orientada a la producción local —pero no necesariamente nacional—de ciertas manufacturas exportables determinadas por la demanda de China, o a la realización de “proyectos de infraestructura y de energía” igualmente orientados a facilitar las exportaciones al país asiático; es decir, una vía de “crecimiento” no autocentrada sino complementaria y adaptada a los requerimientos del influyente socio comercial e inversor de las clases exportadoras e importadoras de la región. Es, en verdad, el camino que a lo largo de algo más de una década fue especializando a México y a algunos países de América Central como Costa Rica en la producción de bienes de tecnología avanzada en empresas “maquiladoras” crecientemente dependientes de la demanda china. Un rumbo que dista de contribuir a la consolidación de sus estructuras industriales sino más bien lo contrario, como muestra el caso mexicano.
La exhortación a estimular las inversiones chinas en América Latina, además, reitera el conocido rumbo de las concesiones y privilegios al capital inversor (exenciones fiscales, garantía de bajos costos laborales, obras públicas a cargo del Estado funcionales al interés del capital extranjero, etc.) dirigidos a asegurar altas tasas de beneficio y hacer así a la región “atractiva” para los intereses de las multinacionales chinas. Las “alianzas entre actores empresariales locales y chinos” promovidas por el informe de la CEPAL, en verdad se encuentran bastante desarrolladas: poderosos grupos de terratenientes, empresarios e intereses financieros regionales son ya socios, intermediarios o representantes de corporaciones privadas y estatales del país asiático, y operan dentro de las estructuras económicas y estatales de nuestros países para la obtención de las mencionadas concesiones y privilegios. En la Argentina esos grupos se expresan en las dos cámaras de comercio e industria argentino-chinas encabezadas respectivamente por los grupos Werthein y Macri.
En esencia, esta segunda estrategia configura un “modelo” que puede caracterizarse como de “industrialización dependiente”[31], con antecedentes reconocidos en los años del desarrollismo latinoamericano de las décadas de 1950 y 1960, en el período de la industrialización sustitutiva de importaciones “difícil”. Por entonces, el “desarrollo” orientado a la producción de bienes intermedios y finales complejos en base al recurso masivo a la inversión de consorcios norteamericanos y europeos devino en el notable aumento de la producción petrolera, siderúrgica y automotriz, pero su contracara necesaria fue la desnacionalización creciente de los aparatos productivos nacionales y la intensificación de la salida de capitales en pago de importaciones masivas de bienes de capital, en pago de intereses y en remesas de beneficios de las numerosas empresas extranjeras radicadas en la región, cuyas inversiones habían sido en buena medida financiadas con recursos internos gracias a las condiciones establecidas en los regímenes de promoción.
Una estrategia de desarrollo industrial con el perfil que la CEPAL recomienda no haría, así, más que completar o reforzar el círculo de hierro de la “complementariedad subordinada” hacia las prioridades de la economía china; un tipo de asociación similar a la que históricamente supeditó los destinos de los países latinoamericanos a los intereses y estrategias de las grandes potencias a lo largo de todo el siglo XX, complementando nuestra dependencia vendedora con la dependencia inversora e importadora de los bienes de capital necesarios para tal tipo de “desarrollo”.
En la Argentina esta óptica —promotora, al igual que la anterior, de la “asociación estratégica con China”— es como ya vimos el trasfondo de un “consenso” político muy amplio que ha convertido la gestación y consolidación de un “modelo” de crecimiento basado en un eje sojero-minero-petrolero-pesquero en política de Estado, fundamentada desde ángulos diversos e incluso opuestos del espectro político. En muchos de sus alegatos no se desdeña la referencia explícita al “modelo” primario-exportador “del siglo XIX”.
Para el economista y ex ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires Alieto Guadagni
 “La geografía económica tendrá un nuevo centro en el Asia-Pacífico... La gran transformación productiva que se avecina exige dejar de exportar simples proteínas vegetales para pasar a exportar alimentos elaborados... Este proceso sostenido en el tiempo asegurará buenos precios e ingresos para los países exportadores que asuman este desafío de expandir su oferta alimenticia. Si a inicios del siglo XX éramos el granero del mundo, ahora debemos apuntar a ser la góndola del siglo XXI” (resaltados nuestros. RL).[32]

El embajador del gobierno de Cristina Kirchner en Beijing, César Mayoral, saluda la convergencia política con China erigida sobre la especialización de la Argentina en la producción de soja para ese mercado (aún en medio del conflicto por la suspensión de las compras chinas de aceite de soja argentino, y pese a la muy posible perspectiva de que Beijing limite sus importaciones a la materia prima para ser procesada en China); y alberga expectativas en que las medidas de estímulo al mercado interno adoptadas en 2009 por la dirigencia china frente a la crisis mundial abra perspectivas a exportaciones mayores y más diversificadas de la Argentina al país asiático:
“China nos comprará este año unos 12 millones de toneladas de porotos de soja, aumentando su importación en más de dos millones y consolidando su primer puesto como importador de este producto. En síntesis, la Argentina ha reforzado e incrementado su alianza con el Estado que tiene la economía mas dinámica del mundo y con el que compartimos ejes fundamentales de nuestra política internacional... y que, de continuar con su crecimiento, se convertirá en el futuro en un mercado ideal de nuestros productos, no solamente agrícolas sino manufacturados, puesto que el plan de sus   autoridades es revertir el proyecto exportador por otro que fortalezca el mercado interno como palanca de su desarrollo”.[33]

Beatriz Nofal, hasta septiembre de 2010 directora de la Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones (ProsperAr) y que integró el actual gobierno desde 2006, reconociendo los efectos perniciosos de la hiperespecialización expo-importadora de la Argentina, recomienda abrir aún más las fronteras económicas del país a los inversores chinos a fin de compensar el desequilibrio bilateral:
“Aunque China es un país emergente como el nuestro, la relación comercial bilateral tiene un patrón similar al que se mantiene con las economías desarrolladas (ventas de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, y compras de manufacturas de origen industrial)... Resulta importante profundizar la tarea de atracción de inversiones desde China [lo que] favorecería la nivelación en materia comercial y un mayor aprovechamiento de las complementariedades que existen entre ambos países...” (resaltados nuestros. RL)[34].

Hasta ahora, si no nos limitamos a los objetivos manifiestos, la citada “complementariedad” entre ambas economías y las políticas neo-desarrollistas predominantes se tradujeron en la gestación de un proyecto que no puede calificarse de industrialista (menos aún nacionalista, mercadointernista y redistribucionista como lo fuera el nacionalismo empresarial del peronismo en los años ’40-’50) sino, a lo sumo, como un “modelo” primario-exportador con una limitada diversificación hacia la producción de ciertas manufacturas determinadas por la demanda asiática y principalmente de China como ascendente mercado comprador.
Un “modelo”, como antes se señaló, sojero-minero-petrolero-pesquero: áreas, todas éstas, en las que se acrecienta la incidencia de intereses chinos, así como la responsabilidad de las políticas estatales en la falta de apoyo e incluso el retroceso de la industria nacional.
En años recientes, la demanda china de soja en grano y en aceite —y muy distantes la de India, Irán, Egipto— elevó astronómicamente los precios internacionales de esa oleaginosa por encima de los U$S 350 la tonelada (convirtiéndose de hecho en el fundamental factor de superación de los efectos locales de la crisis económica mundial), y también los precios de la tierra: en la fértil zona pampeana, otrora paradigmática de la producción cerealera y ganadera, a comienzos de la actual década el precio de una hectárea promediaba los U$S 2.000, pero en la actualidad ronda los U$S 12.000 por hectárea, tornando la tierra inaccesible para los pequeños y medianos productores. La concentración del uso de la tierra a manos de los pools sojeros en base al sistema de arrendamiento multiplicó el abandono de la producción directa por cientos de miles de chacareros y su conversión en contratistas de maquinaria agrícola o en arrendadores (dando sus tierras en alquiler y recibiendo el dinero correspondiente), al tiempo que se despueblan los centros rurales[35]. “La soja se come todo: vacas, pueblos, montes, tradiciones e incluso trabajadores rurales, porque exige poca mano de obra y porque existe una creciente concentración de la propiedad de la tierra”. Los grupos terratenientes tradicionales conservan sus negocios ganaderos: simplemente invierten dinero en los pools de siembra y en fideicomisos de inversión, conglomerados financieros que alquilan los campos de los pequeños y medianos y plantan allí soja[36].
Como vimos anteriormente, un proceso muy similar tiene lugar en Brasil.
Así, la especialización exportadora hacia China y el “modelo productivo” rural vigente, lejos de promover la eliminación de la estructura latifundista, más bien consolidan su continuidad y preeminencia. Mientras el grupo Los Grobo llegó a controlar 250.000 hectáreas (y duplica esa cifra si se consideran los campos que arrienda en Paraguay y Brasil), en otras áreas del país se acentúa la pobreza rural; es el caso del Chaco, donde la soja se propaga a expensas de la expulsión de comunidades originarias de sus tierras, como sucede en los campos del grupo Eurnekian en Pampa del Indio.
En el plano de la explotación minera, el gobierno argentino viene gestionando para que compañías chinas se sumen a los capitales australianos, canadienses y estadounidenses actualmente predominantes. Funcionarios de la Secretaría de Minería integraron la reciente misión a Beijing para ofrecer oportunidades de inversión a corporaciones mineras chinas que explotan uranio, potasio, boratos, litio y cobre.
Ya hemos expuesto más arriba sobre la incidencia china en el sector petrolero argentino, cuyas perspectivas se acrecientan a partir de la asociación de la estatal china Cnooc con Bridas y British Petroleum en el consorcio Pan American Energy. En marzo de 2010 la empresa estatal China National Oil Offshore Corporation (Cnooc, con sede en las Islas Vírgenes Británicas) compró por US$ 3.100 millones el 50% de Bridas (corporación argentina con antiguos vínculos con los países del ex bloque soviético), que a su vez es dueña del 40% de Pan American Energy, la principal exportadora y la segunda productora de petróleo de la Argentina. El restante 50% de Bridas seguirá en manos de los hermanos Carlos y Alejandro Bulgheroni (que así se suman al poderoso sector de burguesía argentina asociada al capital privado o estatal chino). El mayor atractivo que tiene Bridas es su participación en la petrolera Pan American Energy (PAE), cuyo control accionario está en manos de la estatal inglesa British Petroleum (con el 60%). Bridas tenía un 40%, de modo que ahora los chinos pasarán a tener un 20% de las acciones de PAE. Bridas tiene operaciones de exploración y producción en la Argentina, Bolivia, Chile y el centro de Asia. PAE tiene la concesión del yacimiento Cerro Dragón, en Chubut, el de mayor producción y reservas del país. El presidente de Cnooc, Yang Hua, declaró significativamente que “Bridas, con una cartera de activos de alcance mundial en petróleo y gas, es una muy buena cabecera de playa para que nosotros entremos en América Latina”. El consorcio BP insinuó que podría desprenderse a favor de Cnooc de sus activos en la Argentina para hacer frente a las indemnizaciones derivadas del catastrófico derrame producido en el Golfo de México. Habría ya conversaciones muy avanzadas en tal sentido. En caso de concretarse la transferencia, la china Cnooc pasaría a controlar el 80% de una de las principales compañías petroleras del país. Recuérdese, además, que en 2009 la misma Cnooc y la China National Petroleum Corp. ofrecieron US$17.000 millones por la totalidad de la participación de Repsol en la argentina YPF.
Consorcios chinos se suman también a la explotación de las riquezas pesqueras en aguas territoriales argentinas. La Resolución 5/2010 firmada en enero del presente año por el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca Julián Domínguez autorizó un “Acuerdo de Cooperación sobre Pesca” entre China y Argentina para que cientos de buques pesqueros chinos que pescan calamar en la Milla 201 puedan reaprovisionarse, ser reparados y descargar en los puertos patagónicos, principalmente los chubutenses de Comodoro Rivadavia y Puerto Madryn, disminuyendo sus tiempos de pesca y sus costos, ya que hasta ahora lo hacen en el puerto de Montevideo.

5.- Conclusión: persistencia de una matriz histórica

Durante tres décadas —tras la restauración del capitalismo a fines de los ’70—, y aprovechando las bases del extraordinario desarrollo de sus fuerzas productivas asentadas durante el período socialista, China ascendió gradualmente hasta su actual posición de potencia mundial. Es la tercera economía mundial después de EE.UU. y Japón, y superó a Alemania como principal exportador. Sus exportaciones ya no se concentran en manufacturas de bajo valor: es el principal productor mundial de algunos equipos de alta tecnología, y en 2009 sus ventas de automóviles superaron el millón de unidades mensuales, sobrepasando a los Estados Unidos.
Las multinacionales chinas del petróleo, telecomunicaciones, mineras, comercializadoras de alimentos y bancarias están radicadas, o asociadas, o tienen intereses en todos los continentes. Los requerimientos de petróleo, gas, aluminio, cobre y hierro para su vertiginoso desarrollo industrial, y de alimentos para su población de 1.300 millones de personas y para su producción ganadera son gigantescos. El sostenimiento de su ritmo de crecimiento requiere de socios comerciales y campos de inversión. Su penetración en ciertas ramas productivas y áreas geográficas intensifica la competencia con intereses de otras potencias de arraigo más antiguo en esas ramas y áreas.
El presupuesto chino de defensa es ya el tercero del mundo. Más allá de su actual estrategia de “poder blando” y “ascenso pacífico”, y de la prioridad que hasta ahora concede al desarrollo de vínculos económicos por sobre las relaciones de fuerzas, lo cierto es que en su historia contemporánea China fue durante un siglo un país semicolonial y semifeudal oprimido por las potencias imperialistas, y luego, durante tres décadas, un país socialista. Es decir, nunca tuvo intereses que promover y proteger en todo el mundo. Ahora los tiene, y ello explica la puesta en marcha, en los últimos años, de un acelerado proceso de modernización de sus fuerzas armadas y de su capacidad nuclear, misilística y espacial, y la multiplicación de sus vínculos militares y políticos mundiales.
La incidencia de China en la política global se expresa, entre otras cosas, en su liderazgo o integración a asociaciones regionales y organismos internacionales como el Grupo de Cooperación de Shanghai, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la OMC, el Área de Cooperación Asia-Pacífico y el Banco Interamericano de Desarrollo. Tiene, además, status de observador en la OEA. Ha intensificado su presencia diplomática y su influencia económica en el llamado mundo “subdesarrollado”, principalmente en el sudeste asiático, África y América Latina, en muchos casos volcando parte de su gigantesco excedente comercial y volumen de reservas al financiamiento de grandes proyectos de infraestructura y de recursos naturales, participando directamente en su ejecución, y respaldando a las empresas privadas y estatales chinas con todo el poder de negociación y de imposición de su estado.
En lo que respecta a América latina, aunque el comercio con China motorizó un “boom” regional en el sector primario-exportador en Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y Perú, los sectores manufactureros de esos y otros países sufren pesadamente la competencia de los productos chinos. Tal como hemos descripto, independientemente de la fórmula que proclama públicamente el gobierno chino, la relación comercial bilateral no ha sido de “ganar-ganar” (beneficio mutuo): desde 2005, los superávits comerciales de los países latinoamericanos se han convertido en déficits. El “rojo” comercial de la Argentina con China fue en 2009 de U$S 1.200 millones, y sumó U$S 600 millones sólo en los primeros dos meses de 2010[37].
Tampoco es una relación simétrica en lo referente a la composición del intercambio. Actualmente el 93% de las exportaciones chinas a América del Sur y Central son productos industriales, en primer lugar maquinaria y equipamiento, y en segundo textil y vestimenta. Y esta penetración, aunque beneficia fuertemente a grupos importadores y a sectores financieros ligados a esa actividad, frustra o limita el desarrollo de las industrias nacionales, al tiempo que refuerza la estructura primario-exportadora o a lo sumo alienta el desarrollo de ramas industriales subordinadas a los requerimientos de la “asociación estratégica”, como históricamente ha sucedido en el intercambio con otras grandes potencias. Como vimos anteriormente México, miembro de la APEC, sufre fuertemente ese embate tanto en su balanza comercial con China como en la caída de sus exportaciones hacia EE.UU. Algo similar ocurre con las industrias textiles centroamericanas, asfixiadas por la invasión de textiles chinos en los mercados mundiales y regionales.
La modalidad de las inversiones chinas en la región, por su parte, no se distingue sustancialmente de la que caracterizó a las anteriores potencias dominantes en su relación con los países latinoamericanos: su finalidad central es servir a las necesidades del desarrollo industrial de China facilitando la acumulación de beneficios y la producción, transporte y exportación de materias primas y alimentos hacia el país asiático, frecuentemente exigiendo que lo sustancial de los proyectos y de los materiales y servicios necesarios sea ejecutado y provisto por China[38].
Las fuertes esperanzas que sectores gubernamentales, empresariales y otros —entre ellos lógicamente los que son o aspiran a convertirse en gestores o intermediarios de los intereses de corporaciones privadas o estatales del país asiático— albergan sobre potenciales inversiones chinas en la región[39] no parecen justificarse demasiado. Un dato impactante ilustra acerca de cuál es el principal interés del capital financiero chino que arriba a la región: según la CEPAL, el 95% (!) de las inversiones extranjeras directas del gigante asiático en América Latina no tuvo como destino emprendimientos productivos sino los “paraísos fiscales” caribeños de las Islas Caimán y las Islas Vírgenes Británicas; de un stock global de U$S 41.000 millones a fines de 2009, alrededor de U$S 38.000 millones fueron “invertidos” allí. Los tres principales destinos siguientes de las radicaciones chinas (Brasil, Perú y Argentina) totalizan sólo U$S 781 millones[40].
Como ya sucediera en las relaciones con otras grandes potencias a lo largo del siglo XX —Gran Bretaña y otras potencias europeas, sumándose posteriormente los Estados Unidos, y en los ’70 y ’80 la Unión Soviética para algunos países sudamericanos—, las clases dirigentes de los países de América latina (especialmente sectores de ellas ligados a la producción y exportación de productos alimentarios y de materias primas para la industria, así como a las inversiones extranjeras y a la importación de bienes manufacturados) promueven activamente con la potencia asiática “asociaciones estratégicas” de largo plazo que incluyen acuerdos económicos y políticos.
Y al igual que en aquellos antecedentes, la promesa de un mercado amplio y duradero y de una significativa provisión de capitales es el aliciente que impulsa a sectores de grandes terratenientes y capitalistas locales a asociarse al imperialismo ascendente convirtiéndose en sus intermediarios internos, y a promover el redireccionamiento de los vínculos externos de nuestros países hacia el nuevo “socio privilegiado”, a veces en una compleja trama de rivalidad y alianzas con sectores de las clases dirigentes ligados a otros centros económicos y políticos —como muestra en la Argentina el ya mencionado caso de la sociedad Cnooc-Bridas-British Petroleum (BP) en la petrolera Pan American Energy, con fuertes vínculos con el gobierno nacional y el de la provincia de Chubut—. Precisamente su gravitación en la economía y en las áreas decisionales del Estado les permite impulsar la adopción de estrategias para ir adaptando las estructuras económicas y las políticas nacionales a la complementación con la potencia ascendente, y aceptar o aún promover el otorgamiento a los inversores, por parte del Estado, de concesiones y privilegios muchas veces gravosos al interés nacional. En la Argentina y en otros países de América latina, la complementariedad entre las economías compradora y vendedora, y el mercado exterior concentrado en una u otra gran potencia, han sido históricamente la puerta de entrada a la subordinación (primero comercial, después política, militar, estratégica) de las clases y grupos económicos locales ligados a la exportación de productos primarios y manufacturados hacia esas potencias y a la importación de capitales y de bienes industriales. Se perpetúan y profundizan así las estructuras internas responsables del atraso industrial y de la dependencia externa.
La asociación subordinada de poderosos sectores de las clases dirigentes de los países de la región al capital financiero de las grandes potencias, estuvo y está en la base de la condición dependiente de aquellos países respecto de esas potencias. Esa asociación reconoce a veces bases internas muy amplias y diversas, constituyendo el trasfondo de un “consenso” de hecho entre sectores muy heterogéneos y hasta políticamente enfrentados de las clases dirigentes latinoamericanas, en cuyas manos el impulso a la alianza estratégica con China se ha tornado una verdadera “política de Estado”. Y al mismo tiempo, la presencia interna en todos nuestros países de intereses ligados a otros orígenes (estadounidenses, europeos, etc.), se expresa frecuentemente en el plano político en divergencias de distinto alcance sobre orientaciones de política económica o de relaciones internacionales.
El crecimiento del peso económico y político de China en el mundo y de sus intereses e influencia en América Latina vuelve a plantear a nuestros países una seria disyuntiva respecto de sus alternativas de desarrollo, entre el camino ya recorrido de la “relación especial” con una potencia hegemónica, o bien un desarrollo independiente y autosostenido asentado en los mercados internos y en las capacidades locales, y en promover modos de inserción internacional y de integración regional basados en la independencia y en criterios de cooperación y no de competencia, orientados al beneficio de las mayorías populares y al fortalecimiento de la capacidad de decisión soberana de nuestras naciones[41].


[1] Rubén Laufer: "América Latina entre Estados Unidos y Europa. Una relación triangular en el escenario 'global'". En La Gaceta de Ciencias Económicas Nº 24, Página/12, 25-08-2002.
[2] Rhys Jenkins: “El caso latinoamericano”. En Rhys Jenkins y Enrique Dussel Peters ed.: China y América Latina. Relaciones económicas en el s. XXI. German Development Institute (DIE) y Centro de Estudios China-México (Cechimex, UNAM). Bonn-México, 2009, p. 59.
[3] La República Popular de China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica. CEPAL, abril de 2010.
[4] En Anahí Abeledo:China-América Latina: ¿un modelo siglo XIX?”. Clarín, 25-04-2010.
[5] “Brasil y la Argentina se unen contra el proteccionismo chino”. La Nación, 24-04-2010.
[6] Russell Hsiao: “Brazil and Argentina: China's Growing Foothold in Latin America”. China Brief, 27-05-2010.
[7] En marzo de 2010 el presidente Rafael Correa suspendió las negociaciones sobre el crédito chino de financiación para ese proyecto. Correa informó que en las negociaciones “China se excedió en sus solicitudes”: el banco quería activos (es decir empresas estatales) en garantía, “algo que nadie ha solicitado jamás” y que al gobierno de Ecuador le pareció “una grosería”. “Nosotros —señaló Correa— siempre hemos sido muy solidarios con China, la política de una sola China, el respaldo a China: no olvidaremos cómo nos han tratado”. Agencia Urgente24, 21-03-2010.
[8] Evan Ellis: “Strategic Implications of Chinese Aid and Investment in Latin America”. China Brief, 07-10-2009.
[9] Evan Ellis: “Strategic Implications…”.
[10] La compañía Río Blanco esta constituida por la empresa china Xiamen Zijin Mining y la británica Monterrico Metals. El Estado peruano la proveyó de un cuerpo policial-militar para proteger sus operaciones. A enero de 2010 tal “protección” había  provocado la muerte de cinco originarios y otros heridos, secuestrados y torturados. El Poder Judicial encausó a los líderes de la protesta, que reclamaban respeto a los derechos territoriales de las comunidades indígenas.
[11] Plataforma Soja, CEBRAC – CLAES, www.info(a)plataformasoja.org.br.
[12] Juan C. Cena: “Ferrocarriles. Compras chinas: Adquisiciones que no responden a un plan de recuperación integral ferroviario”. Argenpress, 23 al 30-07-2010.
[13] “Confirman que en esta campaña habrá una siembra récord de soja”. La Nación,  22-10-2009. http://www.empresasnews.com/noticia-987.html y http://www.hj-navas.com.ar/index.php?accion=ver _articulo&articulo=1245153474.
[14] En setiembre de 2008 el fondo de inversión soberano China Investment Corp. (CIC) compró el 15% de Noble Group, de modo que el gobierno chino se convirtió en socio directo del consorcio multinacional, presente en la Argentina desde 2001, que además de granos comercializa café, cacao, azúcar, algodón y fertilizantes y posee en China cuatro plantas de procesamiento de aceite de soja.
[15] Franco Macri, designado por el gobierno chino en 2006 consejero senior de inversiones para América latina, tiene a uno de sus hijos como presidente de una de las cámaras empresariales argentino-chinas. En ese mismo año ya había ejercido como intermediario de la empresa estatal china Guodian para realizar proyectos en conjunto con Socma (Sociedad Macri) y el Estado nacional o las provincias en diversas variantes de energía (hidroeléctrica, eólica, termoeléctrica y generada por gas natural y carbón), y de otras empresas chinas para proyectos en infraestructura eléctrica y ferroviaria y mejoramiento de puertos. En 2008 F. Macri, como representante para la Argentina del monopolio estatal chino Citic, cerró un acuerdo con el ex secretario de Transporte Ricardo Jaime para la compra de vagones de subterráneo chinos, gestión actualmente bajo investigación judicial por el pago de sobreprecios con facturas apócrifas o a empresas “fantasma”. La compañía china es también un banco de financiación, y proveerá el millonario préstamo por unos U$S 10.000 millones en material ferroviario para las compras que el gobierno argentino comprometió durante la visita presidencial de julio de 2010.
[16] http://blog.finetik.com/2009/10/01/china-chooses-mexico-as-its-main-foreign-investment-destination/
[17] Enrique Dussel Peters: “El caso mexicano”. En Rhys Jenkins y Enrique Dussel Peters ed.: China y América Latina. Relaciones económicas en el siglo XXI. German Development Institute (DIE) y Centro de Estudios China-México (Cechimex, UNAM). Bonn-México, 2009, p. 302-3.
[18] Comunicado 063, Secretaría de Economía, Ciudad de México, 07-06-2010.
[19] Declaraciones de Bao Ronglin, presidente de la Asociación “Zhong Hua” de empresarios chinos en México.
http://sedeco.michoacan.gob.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=382&Itemid=171
[20] El Financiero en línea, 23-04-2010. http://www.elfinanciero.com.mx/elfinanciero/portal/cfpages/contentmgr.
cfm?docId=258158&docTipo=1&orderby=docid&sortby=ASC
[21] Informe del Banco Ciudad, http://adnciudad.com/index.php?option=com_content&task=view&id= 6729&Itemid=30
[22] Entrevista de Loreley Gaffoglio en La Nación, 22-02-2009.
[23] La Nación, 15-07-2010.
[24] Es decir de la teoría de subordinarnos estratégicamente a la potencia en ascenso como vía de inserción “exitosa” en el escenario internacional, que en los años ’90 postulara Carlos Escudé, mentor de las políticas internacionales del presidente Menem.
[25] Jorge Castro, La Nación, 22-04-2004.
[26] Jorge Castro: “Argentina: Pasado, presente y futuro”, 25-06-2009. http://observadorglobal.com/argentina-pasado-presente-y-futuro-%E2%80%93-cuarta-parte-jorge-castro-n1434.html
[27] Jorge Castro: “El crecimiento de Brasil es el espejo de la mayor demanda de China”. Clarín, 04-07-2010.
[28] Jorge Castro: “La exportación de soja a China es el dato clave de la demanda alimentaria”. Clarín, 18-07-2010.
[29] Declaraciones de Gustavo Grobocopatel. Infobae, 23-07-2010.
[30] En Anahí Abeledo:China-América Latina: ¿un modelo siglo XIX?”. Clarín, 25-04-2010.
[31] Horacio Ciafardini: “La Argentina en el mercado mundial contemporáneo”. En Crisis, inflación y desindustrialización en la Argentina dependiente. Ed. Ágora, 1990.
[32] Alieto Guadagni: “Para avanzar hay que mirar lejos”. La Nación, 21-06-2010.
[33] César Mayoral (embajador argentino en China). Página/12, 20-07-2010.
[34] Seminario “China: Una Oportunidad Histórica para la Argentina”. Agencia Nacional de Desarrollo de Inversiones (ProsperAr),  11-12-2008.
[35] Según datos de 2009, en todo el país hay censados algo más de 276.000 productores agrarios, la mitad de los que había registrados en 1969 (40 años antes) al iniciarse los primeros cultivos de soja.
[36] Soledad Gallego-Díaz: “La República de la soja”. El País (España), 04-04-2010.
[37] La Nación, 20-04-2010.
[38] China’s Assistance and Government-Sponsored Investment Activities in Africa, Latin America, and Southeast Asia, Report for (US) Congress Prepared for Members and Committees of Congress, Thomas Lum, November 25, 2009. En Virginia de la Siega: “What is China’s interest in Latin America?”, Internationalviewpoint, junio 2010. http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article1883.
[39] Ver por ejemplo Gabriel Profiti: “Lachinoamérica. La inversión china en América Latina”, en la revista oficialista argentina Zoom, 05-12-2009. Disponible en http://www.revista-zoom.com.ar/articulo3490.html? utm_source=Boletin_Revista_Zoom&utm_medium=Mail&utm_campaign=2009-12-04
[40] La República Popular de China y América Latina y el Caribe: hacia una relación estratégica. CEPAL, abril de 2010.
[41] Rubén Laufer: “China y las clases dirigentes de América Latina: gestación y bases de una ‘relación especial’”. Revista Mexicana de Política Exterior (Secretaría de Relaciones Exteriores – México), N° 83, junio 2008.